¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Ayuso en el Euskalduna

Ayuso en el Euskalduna

Las figuras políticas que defienden valores liberales afrontan un desafío existencial nada desdeñable. Pese su carisma y magnetismo personal, no siempre son apreciadas por los cuadros de sus partidos respectivos. Esto se debe a dos razones principales. Por un lado, la influencia de una retórica socialdemócrata que ya se ha convertido en elemento vertebral del mainstream. Entre la sociedad tiene mayor aceptación cualquier orador de medio pelo que vaya a lo fácil: promover el estado del bienestar y el intervencionismo. La gente está convencida de que lo prioritario es una lucha ficticia contra la desigualdad y a favor de la seguridad económica que las izquierdas llevan décadas vendiendo, y que al parecer las masas nunca se cansan de comprar. Los políticos liberales, que defienden principios como la libertad individual y la economía de mercado, pueden parecer distantes de estos afanes. Y por ello, sus discursos no resuenan tanto en el foro.

Por su parte, los políticos de carrera, que se alistaron en busca de un modo de vida y ya están instalados en el lugar que les corresponde dentro del escalafón, tienden a desconfiar de los líderes carismáticos y del talento natural. Esto se debe a que una personalidad influyente puede alterar el curso de una carrera política cuidadosamente planificada que se basa en el intercambio de favores y la lealtad a los cuadros. Estos políticastros de carrera, que en el fondo no son más que simples intrigantes, han establecido redes de apoyo y favores mutuos, y ven con recelo a aquellos líderes que no surgen como resultado de esta dinámica.

El breve discurso que Isabel Díaz Ayuso pronunció el sábado pasado en el Palacio Euskalduna de Bilbao, como contribución al esfuerzo del partido Popular en las elecciones municipales del 28-M, es único en el sentido de que algo así llevaba décadas sin oirse: libertad individual, iniciativa, favorecimiento de la actividad empresarial e inversora. En otras palabras, los valores liberales en su más pura esencia, tal y como los hubiesen defendido Ludwig Erhard o Ralph Dahrendorf en su momento.

¿Está la sociedad española preparada para un giro que apunte en la dirección señalada por esas claves? La pregunta se responde por sí misma, y no precisamente en sentido afirmativo, pese a lo mucho que lo necesitamos y al hecho, cada vez más difícil de ocultar, que el actual curso de la política económica y social de este país, tanto a nivel estatal como en las autonomías -salvo Madrid- solo lleva a la mediocridad, al estancamiento y a un paro juvenil perpetuo del 45%. Incluso Alberto Núñez Feijóo, que es quien debería enarbolar la bandera de un liberalismo económico renovado, prefiere trabajar la imagen de un socialdemócrata de perfil bajo que no desentona con la línea general.

Tales contradicciones desembocan en la impresión que produjo en Bilbao la presidenta de Madrid, y que resume su paso presencial por los salones del Euskalduna: un cortés pero frío recibimiento por parte de los cuadros locales del partido, en medio de una acogida entusiasta de las bases.

Leave comment