¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

El Coronavirus se bate en retirada

Bilbao

Acabo de repasar los datos de Osakidetza sobre el Covid-19 de los últimos días y compruebo que, efectivamente, todas las curvas se desploman: porcentaje de positivos sobre las pruebas realizadas, número reproductivo básico (en Bizkaia ya por debajo de 90), incidencia acumulada (ayer rozando los 400) e ingresos en planta. ¿Significa que ahora va la vencida? Mi opinión, con la cual me juego mi reputación como analista amateur de datos, es que efectivamente por ahí va el asunto. Los más pesimistas, sin embargo, y después de examinar la gráfica (página 3 del informe diario de Osakidetza – 11 de mayo de 2021), en la cual las alzas se suceden cíclicamente con periodicidad de 1-2 meses, preferirán sin duda curarse en salud anticipando un nuevo rebrote a partir de mediados de junio.

Las grandes pandemias de la historia han seguido, todas ellas sin excepción, un esquema de desarrollo cíclico, con diversas duraciones que no se extendían más allá de unos pocos años. Incluso la última de esas plagas, que tuvo lugar entre 1918 y 1920, terminó desapareciendo sin dejar rastro. En aquella época no existían ni de lejos los recursos ni la capacidad social que tenemos hoy para hacer frente a los contagios masivos. En nuestros días sí existe, materializada en una doctrina que los epidemiólogos denominan “supresión total“, pero salvo en algunos países -China, Corea del Sur, Australia- la incompetencia de los gobiernos ha impedido que fuese utilizada con la debida eficacia. En cualquier caso: hoy, al igual que en 1918, lo que toca es convivir con el virus. Pero tarde o temprano, el patógeno agotará su ciclo vital y terminará desapareciendo. Creo que no nos encontramos ya lejos de ese momento.

Por supuesto que las campañas de vacunación contribuirán al rápido decaimiento del Covid-19. Para junio habrá un porcentaje significativo de población inmunizada, y por ello se cree poco probable que los casos remonten en medida considerable. Finalmente -y este ha sido siempre el punto crucial de mi argumentación-, el recuento de casos sobre el cual se basa la impresión pública del descontrol y el carácter catastrófico de la pandemia tiene más de distorsión estadística que de fenómeno epidemiológico.

El número real de contagiados (en torno a un 7-10 por ciento de la población) siempre fue mucho mayor que el que recogían las estadísticas oficiales. A medida que se hacían más pruebas, iban saliendo al descubierto más casos y explotaban las cifras de incidencia aumulada. En algunos lugares podía darse incluso la situación contradictoria de que el número de casos detectados aumentase mientras en realidad la pandemia estaba retrocediendo. Ahora que la mayor parte de la población está cubierta por pruebas PCR, tests rápidos y serologías, quedan pocos contagios por aflorar y las curvas se vienen abajo de un modo espectacular, dando la impresión de que se está venciendo al patógeno. En realidad, el retroceso del Covid-19 era una tendencia que llevaba actuando ya desde hace algún tiempo.

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