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Janssen: una dosis es suficiente

Janssen

La farmacéutica norteamericana Johnson & Johnson (J&J) no considera que las inoculaciones de refresco sean imprescindibles para completar una pauta de inmunización. Al menos en lo referente a su propia vacuna -distribuida bajo la marca Janssen- y un período determinado. Algunos estudios clínicos provisionales evidencian que la capacidad de generar anticuerpos se mantiene durante 8 meses, tiempo más que suficiente para plantearse la continuidad del programa de vacunación dependiendo de cómo evolucione la pandemia. A diferencia de Moderna y Biontech-Pfizer, la vacuna de J&J no está basada en ARN mensajero sino en un planteamiento farmacéutico convencional de vector vírico. Desde el mes de marzo de 2021, Jannsen está autorizada para administrarla a autoridades sanitarias y pacientes de la Unión Europea.

Los datos publicados por J&J en relación con su vacuna no son tan buenos como los de Pfizer y Moderna: tan solo un 66% de eficacia -algo menor tratándose de la denominada variante Delta- frente a cotas en teoría superiores al 90% de la competencia. Los estudios clínicos provisionales sugieren que Jannsen es capaz de evitar hasta un 83% de los cuadros críticos provocados por el patógeno. A cambio de estas marcas menos lucidas, el enfoque conservador de su desarrollo y la renuncia a inyecciones de refresco debería proporcionar mayor seguridad en cuanto a incompatibilidades y efectos secundarios.

Toda esta información sale publicada en el último número de la revista económica alemana Wirtschaftswoche (Viernes 30.07.2021). Además de algunas macrocifras interesantes, como los 200 millones de dosis contratadas por J&J con la UE, el breve artículo escrito por el periodista Jürgen Salz da pie a reflexionar sobre el polémico tema de las inyecciones de refresco. Bajo el eufemismo de “pauta completa” las autoridades sanitarias y la industria farmacéutica intentan, sin demasiado éxito, que pase inadvertido uno de los dilemas médicos más acuciantes de nuestra época: ¿hasta dónde proseguir con una estrategia de vacunación masiva, que incluya a grupos críticos como población escolar y mujeres embarazadas, en perjuicio de otras medidas típicas de una estrategia mucho más razonable de supresión global del virus: detección anticipada, confinamientos selectivos, mayor concienciación y responsabilidad ciudadana etc.?

No se entiende bien a qué viene esa insistencia de gobiernos y grandes casas farmacéuticas por las terceras y cuartas dosis, e incluso por una vacunación periódica a perpetuidad. Hay países que aplican vacunas de refresco. Israel, por ejemplo, ha decidido administrar terceras dosis a gente mayor, sanitarios y niños en entornos con una mayor probabilidad de contagio. Se trata de un enfoque selectivo basado en consideraciones concretas de oportunidades y riesgos. Pero decidir por decreto la administración de dosis adicionales a segmentos enteros de la población, como se pretende hacer en España y otros países, no parece de entrada la mejor opción. Estamos al final de la pandemia. Es el momento de hacer las cosas bien y no volver a cometer los errores que llevaron al caos de gestión sanitaria de 2020, con su enorme mortandad y la parálisis de la economía mundial.

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