¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

La”Quinta Ola” del Coronavirus tiene mucho de montaje

Jóvenes vacunándose

Vaya por delante que es una opinión personal del que esto escribe. No pretendo que nadie la haga suya, y mucho menos que descuide las precauciones sanitarias. Al revés, ahora que la pandemia está está en su fase terminal, es el momento de ser prudentes y no cometer los mismos errores que el año pasado. Distancias de seguridad, uso de la mascarilla en espacios coongestionados, buenos hábitos de ocio, consumo y vida sana. De momento, y puesto que las administraciones públicas continúan demostrando un grado de incompetencia espectacular en la gestión del Covid-19, es la ciudadanía quien debe hacer lo posible por cuidarse. Aclarado esto vamos al asunto: sorprende que este repunte de casos de contagio no coincida, como en los rebrotes anteriores, con un incremento de los fallecidos ni el colapso de las UCIs. Esto, de entrada, llama poderosamente la atención.

Parece como si la nueva variante del virus fuese lo bastante astuta para entender que cuanto menos letal se es, mayores son las posibilidades de hallar nuevos anfitriones. Más extraña es aun esa propensión a quedarse en el organismo de individuos jovenes entre 20 y 30 años, sin contagiar a padres ni abuelos. A todos los efectos, parece como si hubiese dos curvas en la evolución de los casos: una para la gente mayor, que permanece estacionaria con tendencia a la baja, según lo esperado por los epidemiólogos, y otra para adolescentes irresponsables y fiesteros, que explota de manera incontrolable generando alarma social y editoriales de prensa favorables a la vacunación en los parvularios. A todo esto abres cualquier diario económico, como Expansión, Cinco Días o Wirtschaftswoche, y te das cuenta con asombro de que todo va bien: el PIB sube, la bolsa se mantiene y las inversiones en capital riesgo se disparan. La realidad se contradice tan grotescamente con el milenarismo de los portavoces oficiales que uno ya no sabe qué pensar.

Dos preguntas que caen por su propio peso: en primer lugar, ¿cómo se lleva a cabo una manipulación tan colosal? Obviamente los servicios sanitarios que se encargan de poner las vacunas no son manipulables. Hacen su trabajo conforme a procedimientos establecidos y punto. Los laboratorios también. Respecto a los organismos públicos, cuesta imaginar que modifiquen los datos de un modo tan hábil que nadie se entere, sobre todo teniendo en cuenta su incompetencia manifiesta a la hora de procesarlos incluso cuando actúan de buena fe. Aparte de lo anterior, sin embargo, hay puntos en la cadena informativa del Covid-19 que se pueden modificar para producir datos erróneos, exagerando un repunte que, de todos modos, resultaba inevitable a causa de la movilidad típica del verano. Alguien debería auditar de modo independiente operaciones como la elaboración de preparados para las PCR, los algoritmos de secuenciación genética de las muestras, el mantenimiento de los termocicladores y otras fases críticas en ese complejo proceso que nos permite saber cómo evoluciona un patógeno al que no podemos conocer mirando por el microscopio, sino tan solo por lo que nos dicen de él la ingeniería genética y la ciencia de datos. Así saldríamos de dudas.

La segunda cuestión se refiere a los motivos que podrían existir para generar una avalancha de falsos positivos. Evidentemente se trata de una cuestión de estado. Los gobiernos necesitan dar impulso a una campaña de inmunización que parece estancada, por la desconfianza de la ciudadanía y la presión de grupos contrarios a las vacunas. Meter el miedo en el cuerpo es la mejor forma de hacer que la gente entre en razón. Recuérdese que las vacunas -al margen de la eficacia de las mismas que nadie pone en duda- son el gran mantra que permite presentar a los gobiernos como salvadores de la humanidad, disimulando al mismo tiempo su incompetencia en la gestión de las primeras oleadas de la pandemia hace un año.

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