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Polémica y oportunidades de la Oficina del Español en Madrid

Ayuso y Cantó

El nombramiento de Toni Cantó como director de la Oficina del Español de Madrid ha vuelto a poner en marcha todos esos reflejos condicionados del resentimiento izquierdista que forman el armazón de esta nueva mentalidad de pobre en que vive instalado el país, y que es la auténtica responsable de su subdesarrollo económico y social. Que no se hable para nada de toda la galaxia de puestos inútiles, ONGs y cargos a dedo creados para sus clientelas por todos los partidos mal llamados progresistas, pero que haya fuegos artificiales en el momento en que un antiguo político de C’s es rescatado para un pesebre conservador, revela fielmente el sesgo ideológico y el talante borreguil de la nación. Pero no se trata de censurar la hipocresía del sistema, sino de contrarrestar creencias erróneas. Porque en realidad, la Oficina del Español es una buena idea. Voy a explicar por qué.

Madrid aspira a posicionarse como la gran capital del Español en el mundo. Emplazada entre el Atlántico y el Mediterráneo, con unas dimensiones y una importancia administrativa similar a la de otras urbes como Berlín, Roma, Varsovia o Washington, es el principal puente de cruce entre Africa y Europa. No solo dispone de un nodo de comunicaciones privilegiado, historia, museos y un ecosistema empresarial dinámico. En el lado de los intengibles cuenta con una ventaja indiscutible: más de 700 millones de personas -prácticamente un 10% de la población mundial- tienen al idioma de Cervantes como lengua materna. Muchos otros se interesan por aprender el idioma, tanto en países industrializados como Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, como en las naciones emergentes de Asia y el Oriente Medio. Esa es una baza que convenientemente explotada, y complementándose con las otras de naturaleza geográfica, cultural, administrativa y fiscal, puede reportar beneficios considerables a la Comunidad presidida por Isabel Díaz Ayuso.

En China, las élites económicas del país ponen a sus hijos a aprender idiomas y los lanzan a la aventura por Europa, igual que los aprendices alemanes de la Edad Media emprendían su tradicional Wanderreise, aquel viaje para ver mundo y ensanchar horizontes personales. Muchos de ellos aprovechan la ocasión para buscar oportunidades de negocio en las urbes más dinámicas y atractivas del mundo. Estados Unidos, con su creciente proporción de población hispana, es un mercado potencial prácticamente inagotable para todo tipo de bienes y servicios, incluyendo el turismo. Gracias al Español, Madrid puede estar en todas partes del mundo y el mundo entero estar en Madrid.

A diferencia de esas ilegales y ridículas “embajadas” catalanas improvisadas por la Generalitat para exportar el Procès (por cierto, con sueldos mucho más elevados que el de Toni Cantó), o las oficinas comerciales del País Vasco, que se crean por razones de prestigio o para colocar a la parentela de los dirigentes del PNV, un organismo oficial madrileño dedicado a la promoción del Español en el mundo supone una fuente de riqueza real. Más allá de la hipocresía política y la demagogia de quienes no tienen que preocuparse por llegar a fin de mes, y por ello se oponen a la libre empresa y animan a otros a huir del trabajo útil, se extiende un amplio mundo de posibilidades efectivas. Unicamente con que se consigan dos o tres contratos empresariales o de cooperación internacional, ya se recuperan con creces los 70.000 euros pagados a su director.

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