¿Cuál es la Historia?

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Por qué creo que Ayuso será candidata en las Generales

Ayuso

La suposición de que un Presidente del Gobierno llega a Moncloa gracias a los votos del pueblo está tan firmemente arraigada en la cultura política española, que a menudo resulta imposible fijarse en los condicionantes estructurales de fondo que influyen, en una medida a veces mayor que la voluntad popular. Todo jefe del Ejecutivo ha cumplido una misión histórica: Suárez puso en marcha el Régimen del 78. González hizo que el pueblo español viviese en democracia como si fuera la cosa más natural del mundo. Aznar abrió las ventanas y facilitó un gran impulso económico. Zapatero contrarrestó la deriva americanista de su predecesor. Rajoy evitó el hundimiento de todo el tinglado durante la crisis del Euro. Y Sánchez, finalmente, se las compuso para arreglar mal que bien el problema catalán. La gestión de este último presidente se ha visto empantanada por causa de dos grandes e inesperados problemas: el Covid y la guerra de Ucrania. Ello, unido al desgaste general del sistema y al estado de declive en que se encuentra nuestra economía, pavimenta la senda que ha de llevar a la irrupción de una nueva figura providencial capaz de salvar al Estado de Partidos y dar al país el impulso que necesita para iniciar una nueva etapa en su historia.

¿Será Alberto Núñez Feijóo el elegido? El político gallego hizo un buen trabajo poniendo orden en el patio del colegio. Al niño malo que había tirado del pelo a una niña lo explusó del centro sin contemplaciones. Y a la colegiala la mandó de vuelta al aula para acallar el jaleo. Pero todos sus logros se quedan ahí. Si intentamos proyectar a futuro estas capacidades, en seguida percibimos sus limitaciones. ¿Es Feijóo mejor candidato que Sánchez? Si se tratase tan solo de prolongar la era Sánchez, qué duda cabe. Pensemos en las implicaciones: Feijóo podría ganar las próximas elecciones. ¿Pero gobernará el PP con Vox? Eso, de entrada, ya supone romper una importante barreras ideológica y mental. ¿Y si entre ambos partidos no lograran conseguir una mayoría absoluta? ¿Nos imaginamos un gobierno de la Nación virado hacia la parte diestra del espectro y flanqueado por un batiburrillo de partidetes periféricos como Coalición Canaria, los catalanistas moderados y el PNV? Algo surrealista, vamos.

Los cambios que requiere España son de tal envergadura, que solo podrán ser abordados por una persona nueva, capaz de convocar mayorías que compensen la deriva populista del país y posean energía suficiente para acometer una transformación estructural en la economía, las relaciones territoriales, la Constitución y el sistema político. No hace falta decir quién es la única figura política capaz de llevar a cabo esta tarea. Por supuesto no está escrito que Isabel Díaz Ayuso haya de ser la primera mujer presidenta del gobierno en España. Al final, todo depende de lo que decidan los poderes fácticos de la Nación (la Corona, las grandes empresas, las élites tecnocráticas y funcionariales). Y aunque desde esos estamentos se diese vía libre a la alternativa de anteponer lo nuevo a lo antiguo, la juventud a la vetustez, conociendo a Ayuso, es fácil de ver que la candidata no se limitaría a aceptar el cometido de desescombrar la ruina provocada por la mala gestión de la izquierda.

Ayuso no se conformaría con heredar a Sánchez. Ella querría algo más, algo parecido a lo que está haciendo ya en Madrid: dar un impulso a la economía liberal, desmantelar esquemas socialistas ineficientes y caducos, mandar la cosmovisión izquierdista al vertedero de basura de la historia, que es el lugar que realmente le corresponde. En otras palabras: modificar el ecosistema de manera que el centro de gravedad de la política española volviese a gravitar de manera permanente y estable sobre bases conservadoras. En este sentido, uno de los interrogantes clave antes de dar paso a la era Ayuso, sería si la sociedad española y los poderes fácticos del Estado están dispuestos a poner tanto poder y una capacidad fundamental de decisión en manos de una sola persona. No lo sabemos. Podría ser que sí o que no. Yo estoy convencido de que al final se impondrá la primera opción. En cualquier caso, esto es lo que convierte a esta perspectiva en un momento de indudable interés histórico.

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