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El plan de Sánchez para el 23-J

Sánchez

A veces me sorprende la ligereza con la que todo el mundo, en medios, redes sociales, círculos de cafetería y foros informales de cualquier tipo, habla del fin de la era Sánchez, como dando por hecho que los resultados precarios del 28-M han de llevar inevitablemente a una debacle definitiva del actual gobierno Frankenstein a finales del próximo mes de julio. Se está creando un clima de opinión pública que no refleja la realidad política del país. Y como resultado de esta inflación de expectativas, las elecciones generales que se nos vienen encima, por decreto cesáreo de un presidente del gobierno que utiliza el barullo de una nueva campaña electoral para evadir la crítica interna de su propio partido y, de paso, sembrar confusión en las líneas enemigas, podrían desembocar en una explosión de desencanto y una resaca electoral como ha habido pocas en la historia de España.

Sánchez es el único que tiene un plan bien diseñado para hacer frente a un atasco electoral -que él mismo ha provocado-. Todos los demás no saben ni lo que sucede a su alrededor. Inmersos en un embotellamiento de negociaciones de vuelo corto, constitución de gobiernos municipales y pequeños ajustes de programa, avanzan hacia la nueva cita electoral con una dinámica puramente reactiva, a verlas venir, celebrando por anticipado la caída de los partidos del gobierno y su anárquica constelación de apoyos independentistas y radicales. A Sánchez le conviene que le menosprecien. Porque así, a la hora de la verdad, el contraataque será más eficaz y el golpe más fuerte. El está concentrado y trabaja con método. Sus rivales solo dicen tonterías en la tele y se dejan llevar por la corriente.

El plan de Sánchez está basado en un análisis realista de la situación y consta de tres grandes elementos u objetivos principales: (1) Establecer con sus actuales socios de gobierno unas negociaciones que permitan la continuación del ejecutivo actual, en caso de que el resultado del 23-J lo permita; (2) conseguir, del modo que sea, los votos necesarios para hacer posible el objetivo Nr. 1, y (3) meter una cuña entre el PP y Vox, sembrar cizaña entre las dos principales fuerzas de la oposición dificultando las alianzas y negociaciones previas que pudieran conducir a la formación de un gobierno en coalición. En este último punto de su plan, por cierto, parece que la estrategia del Presidente del Gobierno ya está dando buenos resultados. Como botón de muestra tenemos los tejemanejes post-electorales en Extremadura. Leyendo lo que se cuenta en la prensa, resulta difícil sustraerse a la tentación de creer que María Guardiola no es un submarino al servicio de Moncloa.

La consecución simultánea de las metas del Plan Sánchez, aun cuando la lista del PSOE no fuese la más votada, haría posible la prolongación del actual ejecutivo durante un período de tiempo indeterminado. No necesariamente una legislatura completa, pero sí un par de años o, en el peor de los casos, hasta una repetición de las elecciones a finales de 2023 o la primavera de 2024.

Si el plan de Sánchez sale bien, una de sus consecuencias inmediatas será la caída de Feijóo. Y con ello se abrirá un nuevo período de inestabilidad que debilitará al Partido Popular durante el tiempo que una nueva directiva tarde en establecer su autoridad en Génova. Esto es un plus adicional de la bien calculada estrategia de Pedro Sánchez, y daría más holgura a la posición del actual gobierno. El tema está muy trabajado y lo único que queda por ver es si la prueba del algodón, es decir, los logros reales que se puedan alcanzar el próximo 23 de julio, dan la razón a los estrategas electorales de Ferraz.

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