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Drones sobre Ucrania

Drones militares

Una de las grandes novedades del conflicto rusoucraniano ha sido el empleo, a gran escala y por primera vez en la historia, de los drones como elemento clave de estrategia militar. En este caso, el despliegue de aparatos voladores teledirigidos -presuntamente suministrados por Irán- obedece por parte del invasor ruso a una doble necesidad. Por un lado se pretende dar respuesta a una campaña de atentados terroristas, perpetrada por elementos de la insurgencia ucraniana con el apoyo manifiesto del gobierno de Kiev, contra infraestructuras críticas (los gasoductos Nord Stream y el puente de Kerch) y funcionarios de la administración ucraniana que colaboran con las tropas de ocupación rusas (principalmente en la organización de los referéndums de independencia del Donbass y otras tareas). Por otra parte, los drones permiten a Rusia economizar su arsenal de cohetes de corto y medio alcance, reemplazando caros y sofisticados proyectiles por unos dispositivos que en la práctica sirven para lo mismo, pero que pueden fabricarse a un coste no muy superior al de un avión de aeromodelismo convencional.

Tres son las principales ventajas que el uso militar del dron aporta al arte de la guerra en el siglo XXI. Para empezar, (i) son baratos. Un misil convencional cuesta del orden de medio millón de euros. Los drones no valen más de 20.000 euros por unidad; (ii) vuelan bajo, burlando el radar y patrullando impunes sobre un territorio determinado hasta que desde el puesto de control o un satélite reciben la orden de atacar el objetivo; (iii) atacan en bandadas (swarming), lo cual multiplica su poder destructivo y hace inútiles el esfuerzo de cualquier batería antiaérea por neutralizarlos.

El uso de drones es tan novedoso que en la actualidad no existe ninguna doctrina militar que lo incluya en sus planteamientos. Los observadores internacionales lo cuestionan por su carácter terrorista, el efecto desmoralizador que provoca sobre la población civil y la posibilidad de producir numerosas víctimas colaterales, por ejemplo, cuando el aparato, en su trayecto hacia la central eléctrica o el puesto militar del enemigo a los que va destinado, tropieza con un edificio de apartamentos. Estos argumentos, por supuesto, son de direcicón única y no se aplican a la decisión de Estados Unidos de suministrar al ejército ucraniano varios centenares de sus drones de última generación, con el propósito de usarlos para los mismos fines que Rusia.

En cuanto a la pregunta de si el empleo de drones militares supone una revolución estratégica con consecuencias de largo alcance, o se trata únicamente de un trend tecnológico, aun es pronto para dar una respuesta válida. La experiencia de conflictos anteriores sugiere que aparte del sensacionalismo mediático, los drones, al menos en un futuro próximo, no condicionarán en gran medida, los elementos clásicos de la guerra: condicionamientos geográficos, el arma acorazada, la logística, la estrategia de los estados mayores y la actividad política y diplomática de los gobiernos.

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