¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

¿Es cierto que la vacuna previene los síntomas graves del virus?

Omicron

Este es un argumento con el que las autoridades intentan convencer a los que aun se resisten a aceptar las dosis de refuerzo. No solo lo encontramos en los avisos del Ministerio de Sanidad y en las declaraciones de los políticos. Frecuentemente oímos en nuestro entorno testimonios de personas conocidas -y no conocidas, por la vía de radio macuto) que nos cuentan la misma historia o variantes de la misma: “En mi casa lo cogimos todos y lo pasamos con pocas molestias, salvo el pequeño que no está vacunado y que por esto sufrió algo más”. ¿Refleja todo esto la realidad? Imposible saberlo, ya que la bajísima letalidad de la nueva cepa del Coronavirus produce tan pocos casos, que literalmente no se dispone de datos suficientes para extraer una información estadística fiable.

Lo único que conocemos con total certeza es que las vacunas no son eficaces contra Omicron. Y de esto tenemos prueba incontestable en la creciente proporción de pacientes vacunados que ingresan en las UCIs y en el hecho de que personas con pauta completa y doble dosis de refuerzo se vean contagiadas por el patógeno una y otra vez. La escasa fiabilidad de los tests de antígenos -que algunas veces te dan positivo y otras no- y el desbordamiento del sistema de rastreo debido a la progresión incontenible de los contagios no hacen más que complicar el panorama dificultando la obtención de datos y pronósticos fiables.

La afirmación de que estar vacunado permite a alguien no sufrirr síntomas graves, no pasa de ser una de esas razones piadosas y bien intencionadas similares a las que emplean las mamás para conseguir que el niño se coma la papilla, “serás fuerte y más alto cuando seas mayor, meterás más goles, etc.” La presunta validez del argumento se deriva de la psicología de masas cuando no de los burdos sesgos informativos de costumbre. Nos quedamos en seguida con la historia de ese pobre chaval que, por no estar vacunado, según dicen, estuvo muy malito mientras el resto de la familia comía turrón frente al home cinema.

Pero, ¿quién se acuerda de los innumerables individuos que, sin tener la pausa completa, también experimentaron los síntomas habituales de un catarrillo estacional? Ni siquiera ellos mismos, ya que la mayor parte de los casos de contagio de Omicron, con vacuna o sin ella, son leves o incluso asintomáticos. Y de estos los hay a millones. La triste realidad es que, a punto de comenzar el tercer año de la era Bichobola, la gestión de la pandemia sigue siendo un desbarajuste total basado en medidas políticas y de comunicación, y no en planteamientos científicos ni sanitarios.

También se trata de un caso de incompetencia administrativa y de corrupción sin precedentes. Esta corrupción no solo es económica y política, sino que afecta a las formas de pensar y percibir la realidad. El Coronavirus es un caso que algún día será historiado como se merece por su astronómico grado de incompetencia burocrática y los extremos de bajeza moral a los que obliga a llegar a nuestras instituciones públicas, empresas y medios de comunicación. En él se esumen de manera antológica todos los sesgos tratados en aquel inolvidable clásico escrito hace ya más de 70 años por el periodista norteamericano Darrell Huff, “Cómo mentir con estadísticas“, y que todo el mundo debería tener en su biblioteca. Lástima que se lea tan poco.

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