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Disturbios en las calles de Bilbao: ¿Sólo fútbol, o algo más?

Disturbios en Bilbao

En Bilbao siempre ha habido una afición bastante sana, incluso ejemplar comparada con lo que es habitual en otras partes. Ni siquiera la afluencia de hinchadas conflictivas -como los legendarios rowdys ingleses de los años 80, o los sectores radicales del madridismo más reaccionario y cutre- ha provocado más allá de alguna algara de poca monta y totalmente localizada en los alrededores de San mamés. Lo que se vio ayer por las calles de nuestra ciudad no tiene precedente: una auténtica batalla campal entre la policía y un populacho vestido con camisetas rojiblancas que tiraba piedras, volcaba contenedores y destrozaba mobiliario público, escaparates, mesas de terrazas y todo lo que se le pusiera al paso. Más allá de las inevitables condenas públicas de estos vergonzosos sucesos, resulta obligado reflexionar sobre las causas profundas de estos disturbios, que indudablemente tienen que ver con disfunciones locales, ya que el partido se jugaba a mil kilómetros de distancia y no había en el escenario elementos foráneos a los que, aplicando las guías narrativas habituales, se pudiera culpar de que las cosas vayan mal en Euskadi.

Bilbao amanece dominado por un sentimiento fúnebre, de insoportable vergüenza, que apenas se ve agravado por la derrota del Athletic sobre el césped. Eso ahora importa poco, ya que los actos vandálicos tuvieron lugar antes de que comenzara el partido, y una victoria habría quedado igualmente empañada por lo que sucedió. Hoy, como de costumbre, es el día de los hipócritas: que hay que ver, que la gente no sabe comportarse, que si la sociedad que estamos creando, que algo no estamos haciendo bien, etc. etc. ¿Les suena? Es la misma letanía que oímos cada dos por tres de boca de nuestra clase política y sus medios a sueldo cuando repuntan las cifras del Covid-19.

Se hace referencia al tema a colación no sin motivo, ya que los disturbios de ayer en Bilbao tienen menos que ver con la falta de urbanidad y el alcohol que con la cólera popular acumulada durante los largos meses de crisis económica, paro, confinamiento y recorte de libertades durante la incompetente y desastrosa gestión de la pandemia. ¿Acaso el Gobierno de España, Lehendakaritza y ese infame consejo asesor de diletantes sanitarios al que llaman LABI, piensan que todas sus estupideces salen gratis, y que el estoicismo de la ciudadanía española o vasca no tiene límites, y que se puede seguir aguantando el actual estado de cosas hasta nueva orden?

Una gran responsabilidad en lo sucedido incumbe también a los mandos políticos del Departamento de Interior del Gobierno Vasco, por no haber sabido manejar la situación. Por las imágenes en medios y redes sociales, se echa de ver que los efectivos policiales fueron destacados no en previsión de trastornos del orden público, sino con la intención de supervisar el cumplimiento de esa estúpida normativa sanitaria sobre mascarillas y grupos. Misión condenada de antemano al fracaso, dadas las circunstancias del evento. Los agentes de policía no tienen ninguna responsabilidad en lo sucedido. Tan solo cumplieron órdenes. La ausencia de directrices claras contribuyó a caotizar la situación, con lo cual se consiguió justamente el objetivo contrario que perseguían las fuerzas del orden público.

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