¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

El Coronavirus pudo originarse en un laboratorio chino

Instituto de Virología de Wuhan

A diferencia de otros patógenos cuyos orígenes y reservorios se hallan perfectamente documentados, el Covid-19 presenta la particularidad de que después de un año sigue sin conocerse a ciencia cierta dónde comenzó el proceso infeccioso. Existen teorías que atribuyen su procedencia a determinados animales salvajes como murciélagos y pangolines. La hipótesis oficial afirma que la enfermedad comenzó a extenderse desde el mercado de marisco de Wuhan. Las teorías alternativas fluctúan desde la crítica amable hasta la paranoia conspiracionista, pasando por los típicos bulos de propaganda lanzados desde Washington y Beijing al compás del enfrentamiento económico sostenido entre Estados Unidos y la República Popular China a lo largo del año 2020. Especialmente enconados fueron los desencuentros durante la campaña electoral de Donald Trump.

La determinación y eficacia con la que actúa el gobierno chino nada más conocer la existencia de la pandemia, sugieren que desde esferas oficiales se conocían muy bien los riesgos del patógeno. ¿Se acuerdan de cuando los chinos construían a toda prisa aquellos hospitales de campaña con miles de camas? Aquí nos hacíamos cruces, pensando en la inminencia de una catástrofe al estilo de las películas de Hollywood como Estallido o 12 Monos. En realidad se trataba de las medidas necesarias para el despliegue de una estrategia de supresión total, que es la manera más eficaz de hacer frente a toda situación de pandemia. Esta pronta y contundente actuación es lo que ha permitido a China superar la crisis del Covid-19 con un número de contagios y muertes que, aun suponiendo la existencia de las falsedades estadísticas propias de los gobiernos dictatoriales, resulta insignificante en comparación con el desastre de gestión de España, Estados Unidos y otros países de Europa Occidental.

Mirando de cerca las cifras chinas, notamos algo sorprendente: la mayor parte de los contagios (75%) y muertes (97%) quedan circunscritos a la provincia de Hubei. Esto quiere decir que el patógeno quedó confinado con éxito en sus ubicaciones de origen, en torno a Wuhan. Ahora bien, es demasiada casualidad que precisamente en esa ciudad se encuentre la sede del Instituto de Virología de China, un centro de investigación avanzada (no militar) de agentes infecciosos que presta sus servicios desde hace décadas, pero que fue reconvertido a los estándares tecnológicos y científicos del siglo XXI durante los años 2014-15, mediante la intervención de 50 especialistas de alto nivel procedentes de Francia.

¿Y si lo que realmente sucedió fue que en esas instalaciones un grupo de investigadores cometieron una imprudencia mientras trabajaban con patógenos del tipo coronavirus modificados genéticamente, para analizar sus efectos en busca de nuevos fármacos y tratamientos? Luego se fueron al mercado a comprar langostinos y es ahí donde habría comenzado todo. El Washington Post y la OMS negaron esta posibilidad -quizá por presiones de Beijing, a quien no conviene el menor indicio que pudiera apuntar a responsabilidades del Estado en el origen de la epidemia-. Si creemos en casualidades, podemos dar por válida la versión oficial. Sería la forma más cómoda de terminar. De otro modo, tendremos que esperar medio siglo o más, hasta que los gobiernos de Francia y China desclasifiquen documentos cuyo análisis permita deducir lo que pasó realmente en Wuhan entre finales de 2019 y comienzos de 2020.

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