¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

¿Quiénes son los chalecos amarillos?

Chalecos Amarillos

Normalmente en este blog no se habla de temas políticos. Pero hoy vamos a hacer una excepción, porque la historia que hay detrás es fascinante y ha sido por lo general mal interpretada por la prensa y las redes sociales, atribuyendo a las intrigas rusas y a la extrema derecha un fenómeno de enorme complejidad que hunde sus raíces en un pasado remoto. Asimilar al fascismo las protestas de los denominados “gilet jaunes” es algo que, en el caso de España, solo se explica por la ignorancia general acerca la historia y la idiosincrasia de la nación francesa y también por el clima de histeria en que nuestra opinión pública vive desde el modesto y sobrevalorado triunfo de Vox en las elecciones autonómicas andaluzas del pasado 2 de diciembre de 2018. Ya se sabe, a quien tiene un martillo, todos los problemas le parecen clavos. Y nosotros tenemos el martillo de la bandera roja de ese marxismo revenido de los años 70 que aun inspira el pensamiento político de gran parte de la España culta. Lo que le pasó a la hoz es un misterio. Como nadie quiere currar en el campo, se conoce que debió perderse en alguna chatarrería, o ir a decorar el chalet de algún burgués.

En realidad, el alzamiento de los Chalecos Amarillos es un fenómeno más complejo que tiene que ver con los equilibrios territoriales generados durante los últimos dos siglos en Francia. Enjuiciar la situación francesa a través de nuestras categorías mentales de partisanos paletos adoctrinados por el partido político de turno resulta ridículo y ademáscontraproducente, por lo mucho que nos equivocamos al analizar los hechos y en la búsqueda de posibles remedios. Lo que se levanta no es la extrema derecha, sino la Francia rural, y lo hace contra un macronismo urbanita y elitista. Lo del diesel no fue más que un pretexto. La causa del alzamiento está en la situación de declive general en el campo y las provincias frente a una civilización cosmopolita y liberal que prospera gracias a la política económica del gobierno francés.

En Francia el campo sufre: descudio institucional, servicios precarios, mala asistencia sanitaria, pocas oportunidades de empleo, niveles de renta en contracción. ¿Interesa saber por qué se rebelan los chalecos amarillos? La respuesta no la tienen Vladimir Putin ni Marine Le Pen, aunque el modo en que se frotan las manos podría invitarnos a suponer lo contrario. Miren a toda esa gente que vive en el campo y se siente frustrada. En última instancia se trata de un motín popular como aquellos que había en el Antiguo Régimen. Los que han estudiado la historia no tendrán ninguna dificultad en reconocer el paralelismo.

En Francia, desde los tiempos de la Revolución, siempre ha existido un equilibrio entre las zonas rurales y urbanas, en parte como contrapeso al centralismo estatal. Por eso allí, a diferencia de otros países, la industrialización no arrasó al campo. Las razones de esta prosperidad rural datan de un curioso experimento financiero hecho por la Asamblea Nacional a finales del siglo 18. Para paliar la crisis de la Hacienda Pública, en 1790 el gobierno revolucionario emitió unos bonos especiales llamados “asignats” que puso en circulación como si fueran billetes de banco, utilizables en todo tipo de operaciones. Los asignats estaban respaldados por tierras confiscadas a la nobleza y el clero.

La tremenda inflación resultante de esta primera emisión masiva de papel moneda respaldado por una autoridad política, y no por metales preciosos, hizo que la burguesía rural y el campesinado pudiesen adquirir tierras y bienes inmuebles a precios de risa. Ese fue el origen de la prosperidad rural francesa, que ningún gobernante se ha atrevido a tocar en 200 años, y que ha persistido hasta la actualidad. Ahora esa prosperidad se encuentra amenazada, pero no por la política, sino por la globalización y la tendencia al desarrollo imparable de una cultura urbanita y más dinámica, de la cual Emmanuel Macron es el representante más significativo. Los chalecos amarillos no proceden de la extrema derecha, sino de esa Francia que ya no es lo que era y se hunde en la ruina. Lo que estamos presenciando no son disturbios callejeros, sino historia con mayúsculas. Probablemente, el fin de la Edad Contemporánea.

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