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Bayer: 50.000 millones pendientes de una sentencia judicial

Bayer - Monsanto

Desde hace un par de años, en que Bayer se vio obligada a hacer frente a las homéricas demandas norteamericanas por el supuesto potencial cancerígeno del glifosato, especular con acciones de esta gran empresa química se ha convertido en una especie de deporte de riesgo para los operadores de numerosos inversores institucionales. Resulta fácil entender por qué. La cotización, que antes de junio de 2018 ascendía a aproximadamente 100.000 millones de euros, ha caído a la mitad. Puesto que existe un riesgo reducido de caer por debajo del rango de valores en el que hoy oscila -entre 39 y 72 euros-, y el proceso en EEUU podría saldarse con una sentencia exculpatoria o al menos un acuerdo ventajoso, la fantasía del especulador se ve espoleada por una ganancia potencial de entre un 50 y un 100%. Además, Bayer es un líder en el sector químico mundial, con más de un siglo de historia y carácter estratégico para la economía de las potencias industrializadas de Occidente. Pensar que sus abogados carecen de perspectivas de éxito para hacer frente a una demanda colectiva basada en un par de informes conflictivos y la empatía de jurados legos, es tener una idea muy pobre de la gran compañía alemana.

De hecho, ya hay quien se las promete muy felices atesorando acciones de Bayer con la esperanza de que en 2022 el Tribunal Supremo de Estados Unidos, reforzado por el último nombramiento de la jueza Amy Coney Barrett, propuesta por Donald Trump y favorable a los intereses de la gran empresa, pronuncie un fallo favorable. Sin embargo, quienes apuestan por esta estrategia deberían ser conscientes de los riesgos. Hasta ahora, Bayer ha perdido todos los juicios relacionados con la demanda del glifosato. La solvencia técnica de los informes no pudieron con el planteamiento emocional de los letrados de la parte demandante y con el empático apoyo de los jurados a la víctima, Edwin Hardeman. En un juicio ante el Tribunal Supremo, los letrados de Bayer y Monsanto pueden encontrarse con obstáculos que fácilmente podrían dar al traste con su estrategia y romper el cántaro de la lechera de los confiados inversores.

En primer lugar, ni siquiera es seguro que el caso llegue al Supremo. La más alta magistratura de EE.UU. no se limita a aceptar todo lo que entra por ventanilla. Antes bien lleva a cabo una rigurosa selección de casos basada en la importancia que los mismos pueden tener para los intereses públicos de toda la Unión Federal. Asuntos como los de bayer/Monsanto, que incumben a empresas o particulares, tienen un 50% de probabilidades de ser admitidos a trámite. En caso contrario, se deberán cumplir las resoluciones dictadas por instancias inferiores. Entonces Bayer no solo tendría que cumplir la sentencia, sino prepararse para un aluvión de nuevas demandas y reclamaciones multimillonarias basadas en el precedente.

Aun llegando al Supremo, no se puede confiar ciegamente en que los jueces pronuncien un fallo favorable, ni siquiera con un predominio de magistrados conservadores como Amy Coney Barrett. En un caso similar del año 2005, una mayoría de jueces progresistas fallaron a favor de los agricultores que demandaban a Dow Chemical por daños producidos en sus cosechas por el plaguicida Strongarm. Aunque haya cambiado la composición ideológica del Tribunal, a sus jueces no les gusta contradecir las opiniones de sus colegas. Por todo lo anterior, los titulares de acciones de Bayer deberían continuar atentos a la evolución de los conflictos judiciales derivados de esta historia de terror que comenzó con la compra de Monsanto en 2018.

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