¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Arantza Tapia lo mueve

Arantza Tapia

Nadie mejor que un perfil procedente de la ingeniería, la investigación y la docencia universitaria para gestionar los problemas del “core” tradicional vasco: sistemas de fabricación avanzada, producción para la exportación y un permanente esfuerzo para adaptarse a unos mercados de bienes de equipo internacionales y en continuo proceso de transformación. En 2012 tuvo lugar su aterrizaje en una Consejería que, por razones que quizás se expliquen en algún oscuro memorándum tecnocrático de la administración, cada cierto tiempo cambia de nombre (en 2016 pasó de ser de Desarrollo Económico y Competitividad a denominarse de Desarrollo Económico e Infraestructuras). Desde entonces, Tapia ha sido la principal herramienta para hacer palpable el cometido estratégico a largo plazo que mejor define a la Era Urkullu: la gestión económica de una prolongada crisis que comenzó en el año 2008, y que, para desventura de la ciudadanía y del sufrido pueblo trabajador vasco, aun duista de haber llegado al final.

Arantza Tapia lo ha movido bien y con brío: Basque Industry 4.0, internacionalización de la economía, participaciones públicas en empresas estratégicas (CAF), misiones comerciales a diversos países, visitas a la EMO de Hannover, transformación de la SPRI en una agencia de internacionalización (proceso aun no concluido), negociaciones con los sindicatos, mediación para empresas en dificultades y búsqueda afanosa de fórmulas que permitan adaptar el tejido industrial vasco a una revolución digital que -según le oi decir a ella misma en uno de los desayunos del Ercilla- jamás termina, lo único que hace es reinventarse de manera permanente: Internet, web 2.0, redes sociales, Cloud, Blockchain, Internet de las Cosas, suma y sigue, hasta el infinito y más allá. Por si no fuese poco, en estos días la prioridad de la Consejera consiste en atraer empresas británicas que quieran establecerse en Europa Continental tras el Brexit y mitigar el impacto de los nuevos aranceles de Donald Trump sobre la cuenta de resultados de las empresas vascas.

Si Arantza Tapia no consigue más, no es por haber trabajado poco, todo lo contrario. La tarea a la que se enfrenta es considerable. Además de los problemas estructurales de la economía vasca, las limitaciones estructurales del sistema y las contradicciones en que se ve obligada a evolucionar la política económica vasca, impiden lograr más. Euskadi dispone de medios que muchas otras regiones quisieran para ellas. Su administración es la única que está dotada de capacidades financieras (Conciertos Económicos) para acometer cualquier tarea. Pese a ello, resulta evidente que nuestro tejido industrial se halla inmerso en un proceso de declive que ninguno de los gobiernos autonómicos de la democracia ha sido capaz de revertir.

Las causas históricas de esta “euskoesclerosis” son diversas: prioridad obsesiva de la política sobre la economía, el tremendo impacto del terrorismo y el impuesto revolucionario sobre las empresas, fuga de capitales, excesivo intervencionismo de las administraciones públicas, interferencias de los sindicatos, falta de cultura económica y financiera de la población y una hostilidad permanente de la opinión pública -fomentada desde partidos e instituciones- contra la figura del empresario y la iniciativa privada, son escollos muy difíciles de sortear para cualquier persona capacitada y voluntariosa.

De modo que la lucha continúa. Pese a ser de las mejores, no es seguro que Arantza Tapia vaya a conseguir gran cosa. Pero al menos le quedará la satisfacción del deber cumplido.

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