¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Con la obligación de la mascarilla volvemos al surrealismo normativo de la cuarentena

Mascarilla

En pleno proceso de retorno a eso que llaman “Nueva Normalidad”, donde jamás estuvimos y quizá no lleguemos a estar, la ciudadanía se hace a la expectativa de que poco a poco vayan levantándose restricciones y no lo contrario. Posiblemente el gobierno necesite afirmar su ilusión de autoridad para mostrar que aun tiene el control en la crisis del #coronavirus y la autoridad pública sirve para algo más que para desmentir rumores en redes sociales. Pero el movimiento es arriesgado, y sus consecuencias pueden arruinar el poco prestigio que le queda al ejecutivo socialcomunista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Es fácil poner en el BOE que la mascarilla sea obligatoria a partir de hoy. Pero convendría pensar en las implicaciones.

Esto no tiene ya nada que ver con el Decreto de Alarma. Poniendo un policía en cada esquina, resultaba posible parar a los peatones y mandar a los conductores que diesen vuelta en dirección al garaje. El criterio de actuación no deja lugar a dudas: o se está en la calle, o no se está. Y si no se debe estar, incumples la ley. Propuesto para sanción y punto pelota.

¿Estamos sin embargo preparados para que las Fuerzas del Orden Público lleven a cabo, sin resistencias ni complicaciones, una tarea tan compleja como la de controlar y supervisar el uso correcto de mascarillas por 46 millones de ciudadanos en el pequeño caos de la vida cotidiana? Será como pastorear una manada de gatos. Póngasela bien, en esta zona use una de tipo FFP2, no, caballero, no valen las hechas en casa con papel de cocina, por cierto, señora, ¿la lleva puesta durante más de un día? ¿Que no quiere ponérsela! ¡Enséñeme su documentación!

Más de un millón de propuestas para sanción por incumplimientos de la cuarentena están pendientes de tramitar en las Subdelegaciones del Gobierno. Y ahora, más de lo mismo. Más gasto para las familias y más estrés para la policía. Por no hablar del caos en la Administración de Justicia. ¿Nos podemos permitir un alud de dos o tres millones de multas derivadas del mal uso de algo tan circunstancial y volátil como una mascarilla comprada en Mercadona? El día que un juez decrete que tales mascarillas no sirven para nada, y que por lo tanto las sanciones son nulas de derecho, los recursos se multiplicarán tanto como los trolls de Podemos en Facebook.

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