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Ucrania

Durante los últimos doce meses, Occidente ha vivido una fantasía heroica generada por la propaganda de la OTAN con el apoyo de la poderosa industria de medios norteamericana. A una audiencia de clases medias, superficial y condicionada desde la infancia por las películas de Walt Disney y George Lucas, se le hizo creer que Europa tomaba parte en una cruzada por la libertad, codo a codo con los valientes e irreductibles ucranianos. Luchábamos contra el imperio del mal e íbamos venciendo. Los rusos perdían todas las batallas, se quedaban sin missiles y la ofensiva ucraniana de septiembre de 2022 iba a cambiar el curso del conflicto. ¿Cuál es la triste realidad a comienzos de marzo de 2023? Resumida en pocas palabras: cierre de la bolsa de Bajmut y un posible cierre del grifo en las ayudas militares para Ucrania. Puede que el final de la guerra no esté próximo. Lo que sí lo está es la quiebra de la gran ilusión que supone el decepcionante papel de Europa en esta primera gran crisis bélica del siglo XXI.

¿Qué es lo que ha salido mal? ¿Por qué Europa ha hecho el ridículo de una manera tan estentórea, con irreparable perjuicio para su economía y su prestigio internacional? Las euroélites han cometido tres grandes errores. El primero, no darse cuenta de que tras la crisis del Covid, las condiciones económicas no dejaban margen para una empresa bélica tan costosa y encenagada como la de intervenir en una guerra por la expansión geopolítica hacia el Asia central, en nombre de unos intereses que no están claros. Alguien debió prever de que, en torno a los cien mil o doscientos mil millones de euros prestados a fondo perdido, existía un límite en la línea de crédito, a riesgo de comprometer la estabilidad presupuestaria y política de las naciones que la financiaban.

El segundo error tiene que ver con la incompetencia y la falta de formación de las élites europeas. Educadas en sistemas tecnocráticos y burocratizados, privadas de cultura y apartadas de la idea fundacional de las Comunidades Europeas, que valoraban la diplomacia y la paz sobre cualquier otro principio político, no tardó en sucumbir a los tejemanejes de personajes corruptos como Ursula von der Leyen, Jens Stoltenberg y Josep Borrell, capaces de sacrificar el interés comun de los europeos a unas ambiciones personales supeditadas a los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Todos ellos acabarán en puestos prestigiosos y bien pagados de Naciones Unidas, el Banco Mundial y el FMI. Los europeos de a pie, sin embargo, vivirán a partir de ahora un interminable lunes por la mañana: bajo crecimiento, elevados índices de paro estructural, altos precios de la energía, intervencionismo económico asfixiante, leyes basura que producen los efectos contrarios a aquellos para los cuales fueron diseñadas, y la sensación de que las clases medias jamás volverán a ser lo que fueron.

El tercer error de perspectiva fue no darse cuenta del fenómeno que para bien o para mal, marca el signo de los tiempos: el retorno de países como China y Rusia al gran tablero del mundo. De Rusia se sigue teniendo la misma idea estereotipada que hace treinta años: atraso, incompetencia militar, alcoholismo generalizado, corrupción, incluso una supuesta inferioridad racial. No se ha tenido en cuenta que en el transcurso de la última década, las reformas de Shoigu y Gerasimov han convertido a las fuerzas armadas rusas en una máquina militar capaz de operar al mismo nivel que los ejércitos de la OTAN. Y eso se está pagando caro. No solo en Bajmut sino en Africa, América Latina, Asia y el oriente Medio, donde el prestigio de Moscú sube en la misma proporción que se mitiga el de Europa.

Prueba de que esto es así la tenemos no solo en la diferencia de trato que se les dispensa a las legaciones diplomáticas rusas y a las de Alemania, España y no digamos esa Francia a la que sus antiguos súbditos coloniales leen la cartilla con malévola fruición. También en la prisa que le ha entrado a todo el mundo por aumentar los presupuestos militares y modernizar el arsenal. Si Rusia estuviese tan acabada como el relato oficial nos quiere hacer creer, no sería necesario preocuparse por el gasto en Defensa. Cuando los bisontes corren en manada, eso quiere decir que Buffalo Bill anda cerca.

La cuestión no es cómo reaccionar ante las crisis del presente. El gran interrogante es si las élites que hoy mandan en Europa están preparadas para hacer una política bien planificada, coherente y con visión de futuro, que vaya más allá de tomar medidas puramente reactivas y generar falsas y lacrimógenas narrativas heróicas sobre países como Ucrania, a los que sacrificamos cínicamente sobre el terreno del interés geopolítico.

(Imagen: Week Photo Gallery)

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