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La polémica de los tanques para Ucrania

Leopard 2 - Bundeswehr

En estos días se habla mucho sobre enviar a Ucrania tanques pesados de fabricación occidental, como el Leopard 2 alemán o el norteamericano Abrams (utilizado con éxito durante las dos guerras contra Irak). La noticia, o mejor dicho la filtración, porque aun no existe una decisión firme de los gobiernos respectivos, ha causado un gran revuelo. De repente parece como si el Armagedón estuviese a la vuelta de la esquina. Brotan como hongos los artículos y posts sensacionalistas sobre la Tercera Guerra Mundial, el empleo de armas nucleares tácticas y la victoria total de Zelensky. Lo cierto es que hasta la fecha algunos países han estado enviando a Ucrania tanques ligeros como el Marder alemán o el Bradley norteamericano. Estos blindados, con sus cañones rápidos de 25 mm, resultan eficaces para misiones tácticas o disparar contra drones. Pero no permiten organizar maniobras de ataque a base de divisiones acorazadas y armas combinadas. De ahí la perentoria exigencia de Zelensky para que Europa suministrase a Ucrania tanques pesados. Las peticiones de Zelensky, sin embargo, siempre fueron en vano porque el interés de Estados Unidos y la OTAN no era ayudar a Ucrania a vencer, sino permitirle llevar a cabo una guerra de desgaste contra Rusia. La ayuda occidental tiene un carácter exclusivamente DEFENSIVO. No incluye elementos de ataque. Hasta hoy.

Solo un carro como el Leopard II o el Abrams, con cañones de calibre superior a los 100 mm, velocidades de ta 70 Km/h, capacidad para el avance sobre terrenos difíciles y equipamiento de guerra electrónica, permite hacer frente con éxito a efectivos de las divisiones acorazadas rusas, cuyos blindados (a excepción de los nuevos modelos T-90 y T-14 Armata) son muy inferiores a los occidentales. En teoría, con tanques del tipo Leopard II se puede emprender una ofensiva militar que no solo permitiría limpiar el Donbass de las tropas invasoras, sino extender los ataques más allá de la frontera con Rusia. Otra cosa serían los riesgos geopolíticos que tal posibilidad implica.

En la práctica, sin embargo, la situación resulta mucho más compleja. ¿Realmente sería así? Hasta ahora los tanques occidentales (incluyendo al Merkava israelí que es un rediseño del Abrams) han sido probados exitosamente contra ejércitos de países subdesarrollados o milicias irregulares. Pero nunca contra una nación industrializada capaz de construir vehículos blindados de nivel operativo similar, provista de cuerpos de zapadores, material antitanque y otras posibilidades técnicas de defensa.

Otra cuestión crucial es la de hasta qué punto el tanque convencional -una tecnología con más de un siglo de historia- seguiría siendo eficaz para la guerra moderna. En Ucrania, desde luego, no ha dado mejor resultado que cohetes, drones, camiones bomba o la intervención quirúrgica de compañías privadas como Wagner. ¿Podría el régimen de Zelensky salvarse de una derrota inminente aplicando paradigmas de guerra clásicos tipo Guderian o Liddell Hart? Estoy seguro de que en las academias militares occidentales hay numerosos estrategas de escritorio ansiosos por comprobarlo mediante un experimento de campo… a costa de las vidas de otros, por supuesto.

Finalmente, en toda esta cuestión de tanques sí, tanques no, el factor decisivo lo constituyen la resolución y la buena fe de los gobernantes. ¿Qué es lo que en realidad quieren Olaf Scholz o Joe Biden? ¿Poner toda la carne en el asador, comprometiendo a la OTAN en una guerra abierta contra Rusia? ¿O simplemente guardar las apariencias? Ahora dirán que sí, que van a mandar los tanques. O incluso entregarán algunas unidades de cortesía para permitir que todo el mundo salve el tipo. Y después dirán que si por algo se perdió la guerra de Ucrania, no fue por falta de tanques. Y es que en el fondo la cuestión de los carros blindados, como tantas otras cosas en este conflicto, siempre ha tenido que ver más con la desinformación y la propaganda que con las posibilidades reales sobre el campo de batalla.

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