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El fracaso de la ofensiva ucraniana

Ofensiva de Ucrania

La ofensiva ucraniana de septiembre parece en principio una noticia sensacional. Sin embargo, tratándose de un acontecimiento que, en teoría, puede dar un vuelco radical a la guerra, ¿cómo es posible que no se le esté dando una cobertura más amplia? ¿Por qué las redes sociales se muestran tan tibias? Normalmente, Twitter crepita de actividad cada vez que los ucranianos se apuntan un tanto. Cuando tiran dos cohetes sobre Crimea, los medios te narran la batalla de Stalingrado. Pero este fin de semana la atención del público ha estado acaparada por las exequias de la reina Isabel de Inglaterra, mientras que en el frnete mediático de Europa Oriental solo se oye el canto de cuatro grillos mediáticos. ¿No será que en todo esto hay más de pirotecnia que de picas en Flandes? Yo creo que por ahí van los tiros, y perdóneseme el simil bélico en una coyuntura en que tales comparaciones no hacen la menor gracia. Pero es que lo que se ve últimamente, no da más que para expresiones de sarcasmo por la incompetencia del periodismo profesional y un sentimiento de compasión por el sufrimiento de los pueblos. Para empezar, hay que darse cuenta de las noticias sobre la ofensiva de Celensqui responden al mismo patrón con el que los medios occidentales llevan meses intentado crear el mito de una Ucrania heroica e irredenta ante el embate del agresor ruso. Informaciones imprecisas basadas en testimonio indirecto (“Ucrania asegura que…”), las típicas cifras infladas en la línea de “se han recuperado 2.000 kilómetros cuadrados” (una extensión comparable a la de la Comunidad Autónoma Vasca en un país con la superficie territorial de Francia o España), videos de tanques con las torretas arrancadas y otros artificios virales por el estilo. En tales circunstancias, no es de extrañar que hasta los guerreros de sofá más entusiastas reciban con escepticismo la buena nueva del despertar guerrero de Ucrania.

Evidentemente la ofensiva ucraniana es real. Se están produciendo audaces incursiones que siembran confusión tras las líneas enemigas. Los soldados ucranianos izan sus banderas en los suburbios de ciudades con nombres impornunciables como Izium y Kupiansk. Pero todo esto es más aparente que las ventajas reales que se consiguen, y desde luego muy poco decisivo para el curso de la guerra. En primer lugar, el ejército ucraniano carece de medios operativos para sostener un ataque a gran escala. La OTAN ha equipado a Ucrania con grandes cantidades de armamento defensivo -munición antitanque, misiles HIMARS, drones, obuses D-777, etc.-. Pero para que una ofensiva militar tenga éxito se necesitan unidades acorazadas, infantería, aviación y artillería de largo alcance. Y todo ello, en una proporción mínima de TRES a UNO sobre los efectivos rusos.

Puesto que Ucrania no dispone de tales recursos, es de esperar que el ataque ucraniano se agote durante los próximos días. Por no hablar de la posibilidad de que el avance de las tropas ucranianas, con todo su flanco desprotegido en la frontera rusa, se vea expuesto a la peor pesadilla de todos los movimientos en profundidad que se llevan a cabo sin una superioridad aplastante de medios acorazados y apoyo aéreo: el ataque por el flanco.

En realidad, este ambicioso movimiento de las tropas ucranianas -con el sacrificio inevitable de gran número de soldados- no es más que una maniobra política de Kiev. Celensqui pretende demostrar a occidente que sus tropas no solo son buenas en la defensa y para desgastar al ejército ruso, sino también en el empleo de armas combinadas para una maniobra de ataque. Su esperanza es convencer a la OTAN para que le suministre los medios necesarios que le permitan equipar a su ejército con capacidades operativas plenas. Naturalmente con pocas esperanzas. Porque se sale de toda razón de estado el que una nación pretenda que otras financien sus guerras. Pero sobre todo, porque Estados Unidos ya tenía resuelto que Moscú no debía perder este conflicto. Y por ello la ofensiva ucraniana está condenada a fracasar.

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