¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Estados Unidos demuestra su supremacía

Pelosi en Taiwan

Ese y no otro es el balance de todo lo que llevamos visto a lo largo del año 2022: crisis de Ucrania, enfrentamiento entre Occidente y Rusia y la última crisis en el Extremo Oriente por el problema de Taiwan. Estados Unidos sigue pintando en política internacional más que cualquier otra nación del globo, alianzas de las mismas o todas ellas juntas. El viaje de la presidenta del Congreso Nancy Pelosi a Taiwan ha sido visto por numerosos analistas como una especie de juego peligroso, que no sirve más que para complicar la situación en la coyuntura de crisis y tensiones desencadenada por la guerra de Ucrania. Esto es en parte verdad. Pero para ser justos, hay que admitir que a Washington no le quedaba otro remedio que dar el paso. No ir a Taiwan habría sido visto como un gesto de debilidad. El juego inmisericorde de la geopolítica obliga a hacer movimientos te guste o no. Y lo que tocaba, en tales momentos, era aprovecharse de la debilidad de un gobierno chino que se encuentra muy debilitado por la crisis y la incapacidad de superar las complicaciones del último rebrote del Covid. La respuesta de China, con una suspensión de relaciones en diversos ámbitos -poco importantes, por cierto- y la amenaza de sanciones personales contra Pelosi y sus familiares (!!!) no pasa de ser una pataleta de Beijing. Lo cierto es que el lider chino, Xi-Yin-Ping, ha experimentado un severo menoscabo de imagen, y con él todo el Partido Comunista.

La crisis de Taiwan, que se salda con un aplastante triunfo diplomático de Estados Unidos, viene bien para preparar una salida negociada al conflicto de Ucrania. Esto, como ya predije al comienzo de la guerra en Europa Oriental, tendrá lugar en un sentido que satisfaga los intereses de Rusia, la cual conseguirá sus dos objetivos principales: (i) mantener a Ucrania neutral y (ii) fuera de la OTAN. Pero también -lo más importante- se cumplen otras dos importantes expectativas norteamericanas: (i) impedir la derrota de Rusia (a quien necesitan como contrapeso geopolítico frente a China y para luchar contra el Estado Islámico en Irak y Siria), y (ii) separar a Europa de Rusia, obligando a ambas a cortar relaciones económicas, líneas de suministro de gas y materias primas y los hilos de una excesiva interdependencia bancaria.

Ya que hablamos de Europa, ¿cuál es el lugar de nuestro ombliguista y comodón Viejo Mundo en todo este tinglado geopolítico? ¿Qué beneficios hemos obtenido del Gran Juego? La respuesta no debería venir acompañada de lamentos ni del ya habitual gesto de mirar por encima del hombro a quienes no pueden permitirse dedicar al gasto social el PIB que necesitan para comprar picos y palas a sus obreros. Las cosas como son: lo hemos hecho de pena. Europa ha demostrado en estas últimas crisis toda la incompetencia, la corrupción, la estupidez y la cortedad de miras características de los imperios en decadencia.

Por los servicios prestados a Washington, quizá una destacada minoría de sus dirigentes (Von der Leyen, Josep Borrell y otros) salgan beneficiados en lo personal, recibiendo despachos y puestos bien pagados en el FMI, el Banco Mundial y otras instituciones internacionales. Pero el grueso de la ciudadanía ni se enterará de lo que ha pasado. Seguirá perreando para llegar a fin de mes, recibiendo su dosis habitual de adoctrinamiento progre. Mirará embobada las fotos de Celensqui en Vogue, discutirá sobre temas de inclusividad o extraerá conclusiones equivocadas del racionamiento energético y el alza de los precios de la gasolina. Y por supuesto, la culpa de todo la seguirán teniendo Franco y Putin.

Maravillémonos de la ilimitada ingenuidad de todas estas gentes que votan, pagan impuestos y adornan con floridas y multicolores banderitas sus cuentas de Twitter. Sin embargo, en el fondo no se trata de problemas ideológicos ni de opinión, sino simplemente de algo tan simple como quién hace las cosas bien y quién no. Nuestra pérdida de relevancia no es más que el resultado de un trabajo mal hecho.

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