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Cada vez más cerca de un final de las hostilidades en Ucrania

Zelensky

El pesimismo que durante los últimos días parece imponerse acerca de la evolución del conflicto ruso-ucraniano está basado en la falsa impresión de que las guerras duran para siempre. Esto puede ser verdad en el caso de contiendas asimétricas, como las de Estados Unidos en Vietnam, Irak o Afganistán, o la misma ocupación soviética de Afganistán en los años 80 del siglo pasado. Numerosos analistas pronostican una larga duración de las operaciones y del estado de guerra en Europa Oriental. Y cuando decimos larga, estamos hablando de años. Se trata de una noción erronea, basada en el pesimismo habitual de nuestra prensa sensacionalista y frecuentemente comprada por la clase política y diversos intereses institucionales y empresariales. Voy a explicar por qué. En otro lugar expuse mi idea de que en nuestros tiempos una guerra convencional entre dos naciones industrializadas con similares niveles de desarrollo, la misma cultura militar y un equipamiento bélico y doctrina estratégica y táctica al mismo nivel -como es el caso de Ucrania y Rusia, donde las semejanzas son tan grandes que los soldados de sus ejércitos incluso se ponen brazaletes de colores para evitar confusiones con la tropa enemiga-, tiene que terminar al cabo de un período razonablemente breve.

La causa de ello es el agotamiento de los recursos durante la campaña. Tanques, aviones, helicópteros, sistemas de logística y armas avanzadas, son un material de alto rendimiento sometido a prestaciones extremas, y por lo tanto expuesto a averías, desgaste y, por supuesto, la destrucción física. El elemento humano -soldados, oficiales, personal de apoyo y, por supuesto, la población civil- no es más resistente que las máquinas, los edificios y los dispositivos bélicos. De aquí que, al cabo d epocas semanas, tenga que llegar un momento en que la detención de las operaciones resulte inevitable.

Para el final de las hostilidades y la apertura de un proceso de negociaciones de paz (en la mesa de Minsk o a través de una conferencia en alguna capital europea como Viena o Madrid) existe además un aliciente adicional. Los conflictos asimétricos carecen de objetivo concreto. debido a esto se pierden en una sucesión de escaramuzas eternas, una vez que los guerrilleros se echan al monte. En el este de Europa tal cosa sería difícil porque para empezar no hay monte. Todo es llano. Y además, existe un propósito claro en la agresión rusa que simplifica la toma de decisiones políticas.

Todo el despliegue militar de la potencia agresora, con sus incertidumbres, sus complicaciones logísticas y el inevitable caos de la guerra, converge en una sola variable dependiente: conseguir una declaración del gobierno de Kiew que de manera solemne y formal asegure la futura neutralidad de Ucrania y su no pertenencia a la OTAN. Puesto que esa resolución es el único desenlace racional y definitivo de la guerra, la cuestión no es si se va a llegar a ella o no. Lo único que queda por ver es hasta cuándo resistirá el presidente Zelensky antes de asumir la derrota ante Rusia y aceptar las condiciones del armisticio.

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