¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Ucrania – Una nueva forma de guerra

Guerra Híbrida

La difusión de noticias sobre el conflicto de Ucrania produce una sensación confusa: imágenes inconexas, rumores, noticias que se contradicen, secuencias de video de algo que parece un missil explotando al final de la calle mientras dos domingueros se ocultan detrás de un seto, histeria colectiva. Todo ello en una profusión atosigante y desordenada. En el pasado hemos vivido otros conflictos -como la Guerra del Golfo, los Balcanes o la invasión de Irak, el Líbano, Gaza. En todas esas coyunturas bélicas daba la impresión de que existía un hilo narrativo coherente. Nada de eso sucede en la actualidad. El ataque de Rusia contra Ucrania es una avalancha de golpes de efecto en los medios y pantallazos de teléfono móvil en las redes sociales.

Lo que estamos viendo en Ucrania no es una guerra como las demás. Ni siquiera es un conflicto en sentido convencional, tal y como lo conocemos por los libros de historia o las crónicas de los corresponsales. Esta nueva modalidad de guerra elude los movimientos de grandes unidades acorazadas, flotas y escuadrillas aéreas, en favor de los baratos, omnipresentes e infinitamente menos peligrosos recursos de la economía digital. La nueva guerra híbrida -como la llaman ya los expertos- se libra a base de ataques selectivos, desinformación, sensacionalismo periodístico, fake news, intrusiones de hackers, astroturfing, propaganda y psicología de masas. Todo ello junto y combinado con ofensivas diplomáticas que persiguen objetivos realistas y bien definidos.

La guerra híbrida no mata a millones de personas ni arrasa continentes. A veces incluso termina sin dejar el menor rastro. Esta guerra desorienta, desmoraliza, distrae, paraliza, deprime, siembra confusión tras las líneas enemigas (y a veces las propias), disuade, irrita y frustra a un enemigo que tal vez se encuentra en una abrumadora superioridad militar y de medios económicos, pero de poco le sirve porque no es capaz de hacer frente al caos provocado por un panal de abejas que le acaban de meter por la escotilla de su tanque Abrams de diez millones de dólares. Porque la guerra híbrida se hizo precisamente para eso: para compensar las diferencias materiales y tecnológicas entre dos rivales que no se encuentran al mismo nivel físico de armamentos, tecnología, logística y otros factores de los cuales depende la superioridad militar convencional.

La guerra híbrida es la guerra del pobre, y al mismo tiempo la gran revelación estratégica de nuestra era. Su objetivo es molestar al enemigo, dejarlo en evidencia, hacer que sus mercados financieros se desplomen, hasta que llegue un momento en que, de puro hastío, empresarios y votantes obliguen a los gobiernos «enemigos» (incluso el empleo convencional de términos bélicos queda desfasado) a sentarse en la mesa de negociaciones a aceptar unas condiciones formuladas para constituir la única salida cómoda y razonable al conflicto. Y luego la guerra se acaba: como si no hubiese pasado nada. Como si todo hubiese sido un juego de realidad virtual.

La guerra híbrida es la guerra del futuro. Se combina sin fisuras con la acción gubernamental y diplomática, la intervención de hackers y delincuentes informáticos protegidos por el estado ruso y un apoyo decidido por parte de las fuerzas armadas convencionales, para que se vea que no todo es inventado, y que la cosa puede ir en serio si las circunstancias lo requieren. Esta forma de combatir constituye la gran síntesis estratégica de cualquier país que tenga intención de tratarse de tú a tú con los grandes de la tierra, pero cuya economía no esté en condiciones de sostener el esfuerzo bélico necesario para aquellas campañas que antes hacían historia, y que en el transcurso de la última semana, como hemos tenido ocasión de comprobar, se han quedado obsoletas.

Leave comment