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El método Ayuso – O cómo arrasar en política

Ayuso

Isabel Díaz Ayuso es la mayor revelación de la política española en toda la historia de eso que llamamos Régimen del 78. Sin embargo, no hay nada de extraordinario ni de milagroso en lo que hace y consigue. Todos sus triunfos, que contemplados a través del prisma mitificador de los medios nos parecen la obra de una persona tocada por el dedo de Dios, no son más que el resultado de un método y de una manera de hacer las cosas. Ayuso es una persona como otra cualquiera. No hay en ella nada especial, salvo por la circunstancia de que no son muchos los que se atreven a poner en práctica una forma de actuar como la suya. Pero en teoría, cualquier personalidad política que haga lo mismo que ella, independientemente de su ideología, obtendrá los mismos logros.

Esto no quiere decir que hacerlo sea fácil. El método Ayuso requiere para su ejecución de lo mismo que cualquier otro propósito humano: de la voluntad necesaria para ello, unas condiciones favorables y, por supuesto, gran cantidad de suerte.

Basta de charla. Vamos a ver en qué consiste esta hoja de truta hacia un éxito político arrollador, compuesta por de una serie de elementos diáfanos y perfectamente describibles en lenguaje de la calle.

Visión realista del mundo

La mayor parte de los políticos ignoran lo que sucede más allá de las puertas de sus despachos. Esto es algo que se vio muy claramente durante la reciente pandemia del Covid-19. Mientras todos los mandatarios del Estado de Partidos -empezando por el Presidente Pedro Sánchez y los gerifaltes de las Comunidades Autónomas- se dejaban llevar por la psicosis normativa, Ayuso entendió lo más importante. Que aun tratándose de una crisis sanitaria grave, sin embargo no lo era tanto como para justificar la parálisis total del sistema económico y la vulneración masiva de las libertades ciudadanas. Cualquier problema sanitario vinculado a patógenos de letalidad relativamente baja se puede gestionar sin necesidad de recurrir a estados de alarma ni abusos autoritarios. En toda la baraja del Covid esta era la única carta buena. Ayuso la encontró y la puso encima de la mesa con determinación.

Determinación para actuar

Lo anterior no sirve de nada si uno se queda con los brazos cruzados. Además de ver el mundo como es en la realidad, hay que obrar en consecuencia, y aquí está lo complicado. En el caso que nos ocupa, Ayuso lo hizo: en la medida en que le resultó posible, desplegó su política de medidas, mucho más permisivas y posibilistas, frente a la asfixiante normativa de Pedro Sánchez y su Ministro de Sanidad, Salvador Illa. Paralelamente, la Presidenta tomó la decisiónde ampliar las capacidades médicas por vía de urgencia, habilitando instalaciones en Ifema y poniendo en marcha el Zendal. Una decisión como esta, inevitablemente, tenía que generar problemas. Pero eran más fáciles de resolver que las consecuencias de un colapso total de la economía. En todo el mundo la crisis del Coronavirus fue una tragedia. Ayuso supo convertirla en una oportunidad. Y una vez ganada la batalla por Madrid, ya a fines de 2020, quedó despejado el camino hacia otros triunfos como la victoria electoral del 4-M o la destrucción de la cúpula del poder en Génova 13.

Rapidez y contundencia en la respuesta

En esta última crisis, la lucha entre Ayuso y la ejecutiva de Pablo Casado, se ha visto un ejemplo de lo decisivo que resulta el factor tiempo. No habían pasado ni 24 horas del primer ataque procedente de Génova, cuando la Presidenta había organizado ya una rueda de prensa, poniendo sobre la mesa todos los datos relacionados con el contrato de su hermano y otros asuntos de su administración. Tanta celeridad no es típica del mundo político español, en el que existe cierta tendencia a procastinar, a recabar consensos y a refocilarse en el sufrimiento de un rival desconcertado por las filtraciones. Pero si te anticipas a tu adversario, no solo consigues tomar la iniciativa: también marcas el ritmo y encuadras a tu favor el tema del debate. Repite esto varias veces y al cabo de poco tiempo tendrás cualquier situación completamente vuelta a tu favor.

Anticipación y planificación

Conociendo a Ayuso, cuesta admitir que la presidenta de Madrid no llevaba meses preparándose para esta contingencia. Lo que vemos, no solamente en política, sino en cualquier otro ámbito de la vida, no es el resultado de la suerte, sino de la preparación. Quien sabe que tarde o temprano ha de ir a la guerra -ya sea por su gusto o porque no le dejen opción- necesita un plan de ataque, armamento, reservas y una buena provisión de cápsulas de Nespresso. Como contrajemplo de este principio, viene muy al caso la impremeditación de un Pablo Casado quien, pésimamente aconsejado por su hombre de confianza Egea, se lanzó a la aventura provisto tan solo de unos datos filtrados desde el Ministerio de Hacienda, inconexos y mal interpretados. Tan suicida como disparar una escopeta con el cañón oxidado.

La comunicación lo es todo

Esto seguramente no hará falta ni decírselo a Ayuso. Es la principal lección que ella misma extrajo de sus estudios en la facultad de Periodismo. El legendario psicólogo austríaco Paul Watzlawick, creador de la Escuela de Palo Alto, nos dejó en herencia la atrevida tesis de que eso que llamamos realidad, en gran parte, no es algo objetivo que existe independientemente de nuestra voluntad, sino el resultado de procesos de comunicación. Las dos escuetas páginas DIN-A4 en las que la Presidenta de Madrid explica a la opinión pública todo lo que hay que saber acerca del famoso contrato de mascarillas, con las partes relevantes resaltadas en color amarillo, pasarán sin duda a los anales de la comunicación política española por su claridad, su eficiacia y el modo en el que consiguieron acabar de un plumazo con todas las insidias partidistas en editoriales de prensa, medios de comunicación y redes sociales.

Y esto es todo. El ecosistema político español, como el de cualquier otro país, es ruidoso, mediocre, desordenado, lleno de gente que vive por encima de sus posibilidades intelectuales y se deja llevar como si estuviese en una fiesta en el loft de Andy Warhol en Nueva York. Procedimientos burocráticos, intereses creados, intrigas de despacho, charleta insustancial, tópicos, tertulias con los intelectuales favoritos del partido, rumores, desorden, pequeñas confabulaciones y un incesante movimiento browniano en el proceso de conformación, disolución y reorganización de grupitos de influencia y cliques. Todo ello se considera normal, y rodea a los líderes de los partidos como las capas de una cebolla. Al final, el resultado de la actividad política lo deciden los poderes fácticos o el azar. Los personajes públicos, por lo general, acaban no donde quieren ir, sino donde la vida los lleva: a unos al Consejo de Estado, a otros a una mísera covachuela en Génova, y a los menos al banquillo.

No solamente es la política. Mira a tu alrededor y te darás cuenta de que en la vida normal también pasa tres cuartos de lo mismo. Son pocas las personas que aplican un método o una estrategia bien elaborada. Es aquí donde ha de buscarse el factor del éxito de Isabel Díaz Ayuso. Y también el de cualquier profesional, empresario o líder de opinión que tenga el propósito de hacer en la vida algo más que acabar formando parte de una bandada de pájaros en medio de una tormenta.

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