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Los hosteleros no tienen la culpa del pasaporte Covid

Hostelería

Se están pasando por las redes consignas que llaman a hacer listas negras (de establecimientos que lo piden), listas blancas (de establecimientos que se niegan a pedirlo), así como boicots, escraches, amenazas legales, mobbing y demás estupideces por el estilo. Todo esto no es más que locura y pajas mentales de unos cuantos exaltados. Cualquier persona en su sano juicio, lo que tiene que hacer es alejarse lo más que pueda de este tipo de actitudes y de quienes las pregonan. Hay que mantener la calma mientras dure este estado de inquietud pública causado por la disparatada normativa del Pasaporte Covid. Que eso de regular el acceso a los bares en función de si estás vacunado o no es una estupidez colosal, nadie lo pone en duda. No solo es una medida impopular. Además resulta del todo inútil y hasta contraproducente. Para darse cuenta de ello solo hace falta ser un poco más inteligentes que quienes idearon el pasaporte Covid, y mira que te estoy poniendo bajo el listón.

Siendo la variante Omicron una de las más contagiosas de todas las cepas conocidas del Covid-19, basta con que se cuele un universitario contagiado para que la disco se nos convierta en un foco de infección capaz de confinar a toda una ciudad. Y no tengas la menor duda de que eso pasará, porque ningún sistema de control es seguro al 100%. Además, debes saber que el último deporte intelectual de moda entre la gente joven es el hacking de pasaportes Covid. Holanda ya ha advertido del riesgo: resulta posible -y nada difícil, por cierto- falsificar un certificado Covid junto con su código QR- para hacer que al hostelero le salga el cuadrito verde en su móvil. En un alarde de imbecilidad funcionarial típicamente vasca, se da la circunstancia de que el personal del establecimiento NO ESTÁ OBLIGADO a mostrar su pasaporte Covid. En resumidas cuentas: o ríes o lloras. Pero no la tomes con quien se limita a hacer su trabajo y cumplir a regañadientes con lo que ordena la superioridad.

Cargar las tintas contra el hostelero es injusto. Bares y restaurantes ya han sido lo suficientemente castigados por confinamientos, cerrojazos, toques de queda y otras alcaldadas semejantes de la administración. Al igual que tú, indignado parroquiano, el pequeño empresario es víctima de la colosal incompetencia de Pedro Sánchez y el Gobierno Vasco en la gestión de la pandemia. Por eso no debes cabrearte con él, ni amenazarle con boicots, ni soltarle cosas del tipo «después de veinte años, en tu local me han visto».

No seas hijoputa. No hagas caso a todos esos cabezahuecas que agitan en Internet. Cálmate un poco y deja las cosas como están. Cómprate el vino y las aceitunas en el supermercado, pide los pintxos a través de la parte del mostrador que da a la calle y vuelve a casa a disfrutar del botín frente a tu canal de Netflix o HBO. Ya vendrán tiempos mejores. Porque esta situación no es más que un estado transitorio. En cuanto la gráfica de incidencia acumulada caiga por debajo de 300, Urkullu te dejará regresar a los bares. Y entonces, lo que tocará es hacer tabla rasa y reanudar tu vida normal en todas esas entrañables repúblicas de Baco, donde resuena el murmullo de la cordialidad y huele a café recién hecho.

Ten paciencia porque para ese momento no falta ya mucho. Acuérdate de la infame Delta. Cuando parecía que todo estaba fuera de control, de pronto la gráfica de la incidencia acumulada toca techo, se da la vuelta y vuelve a caer con la misma celeridad con que subió. Puedes apostarte los txikitos de un mes a que en esta ocasión sucede lo mismo. Pronto oirás buenas noticias.

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