¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Por qué los comités de “expertos” son científicamente analfabetos

LABI

En los últimos tiempos, la profesión de experto ha sufrido, además de su histórico agravio del síndrome de Casandra, un considerable descrédito por el hecho de que para serlo ya no se necesita siquiera tener estudios de la materia técnica o científica respectiva. De hecho, los grupos de expertos que asesoran a los gobernantes actuales sobre la pandemia del Covid-19 ni siquiera son médicos, ni epidemiólogos, ni tienen el más mínimo conocimiento de biología. Pedro Sánchez llega al extremo surrealista de que su comité de expertos NI SIQUIERA EXISTE. Por su parte, el Lehendakari Urkullu ha constituido un grupo (el infame LABI) compuesto por los más variados personajes: burócratas de Lakua, políticos, emprendedores sociales, etc. Ni un solo epidemiólogo. Ni un solo sanitario. Y los que había, se fueron hace tiempo, aburridos de tanta censura, tanto mamoneo y tanta intriga de partido.

¿Es esto estupidez? ¿O tiene su método? Vamos a ver que, efectivamente, se trata de lo último. Y además, con una férrea y aplastante lógica del realismo político. Supongamos que el comité de expertos del Lehendakari estuviese formado por científicos serios, de esos que abundan en los hospitales vascos y en la facultad de Medicina de la Universidad de Sarriko. Entonces habría un problema: toda esa gente se pondría a gestionar la pandemia con arreglo a los principios de sus respectivas disciplinas, y elaboraría sus informes y recomendaciones de acuerdo a presupuestos técnicos y científicos.

Es más que probable que las medidas propuestas por un comité de expertos chocarían, en más de un aspecto, con las prioridades del Gobierno de España, la agenda política de Ajuria-Enea, los procedimientos habituales de la burocracia de Lakua y los diversos intereses partidistas en juego. En el mejor de los casos dejarían al descubierto la falta de operatividad del gobierno a la hora de implementar medidas difíciles de llevar a cabo o simplemente impopulares.

La existencia de un comité de pesebreros y funcionarios nombrados a dedo tiene la ventaja de que sus miembros ya están metidos en el juego del poder y entienden bien lo que se puede y lo que no se puede hacer. Deben sus cargos y el sueldo a quien les ha puesto ahí. Y por ello, en los consensos a los que lleguen en sus deliberaciones, jamás habrá nada que contradiga a la estrategia trazada previamente por el ejecutivo. Con lo cual en todo momento dejarán a salvo la imagen del líder.

¿Que esto no es bueno para la gestión del Coronavirus? ¡A quién le importa! Ya hace tiempo que el problema de este país dejó de ser la pandemia. Los verdaderos problemas de Euskadi son la política y la financiación pública. Sobre todo para quienes viven profesionalmente de ellas.

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