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Estados Unidos y China: duelo de titanes

EEUU vs. China

China y Estados Unidos están muy lejos de Bilbao. Pero lo que sucede en esos países nos afecta, y por consiguiente conviene estar al tanto del gran conflicto geopolítico de nuestro tiempo. Desde la entrada de Joe Biden en la Casa Blanca, las fricciones políticas y comerciales entre Washington y Beijing se han intensificado de modo considerable. Con Donald Trump, aunque la situación ya era mala, no había tanto problema porque los problemas diplomáticos se reducían a una simple transacción comercial. En un acuerdo entre comerciantes, todo el mundo tiene algo que ganar. Y de aquel modo no solo resultaba posible convivir con los chinos -a pesar del boicot contra Huawei-, sino también resolver cuestiones tan espinosas como las de Corea del Norte, el Oriente Medio y otras zonas calientes del planeta.

La llegada de una nueva doctrina estratégica a la Casa Blanca introduce en el juego nociones menos racionales, más difusas, menos centradas en lo práctico y con mayor capacidad de generar conflictividad. Derechos humanos, la lucha por la democracia, alianzas entre antiguas potencias coloniales (AUKUS) y las vacilaciones de la Unión Europea enturbian el panorama, haciendo inevitable la aparición de focos de conflicto. Donde están en juego el orgullo nacional, los prejuicios raciales -camuflados por el lenguaje inclusivo y la corrección política- y conceptos ideológicos maximalistas, la consecuencia no puede ser otra que el mismo tipo de juego peligroso que marcaba el ritmo de la actividad diplomática en la Europa anterior a 1914.

Los medios nos pintan la situación en términos sensacionalistas, anunciando grandes guerras, una nueva carrera de armamentos o la expansión victoriosa de las armas chinas por medio mundo. Afortunadamente, hay motivos para pensar que la sangre no llegará al río. Se pasa por alto la diferente naturaleza geopolítica de las dos grandes potencias. Estados Unidos es un imperio marítimo -mejor dicho, aeronaval-. China, por su parte, es un imperio terrestre. Rodeada de cadenas de islas y naciones insulares (Japón, Filipinas), la naturaleza la ha privado de una salida cómoda hacia las aguas abiertas del Pacífico. Pudo ser una potencia naval ya en el siglo XV. Pero por diversas razones, no pudo o no quiso.

Entidades geopolíticas como China y Estados Unidos pueden convivir, aunque no sin fricciones, sin llegar a un enfrentamiento en la que ninguna de ellas tendría nada que ganar y sí mucho que perder. Es lo que sucedió durante la Guerra Fría entre la OTAN y la Unión Soviética. En este sentido, el siglo XXI podría ser una prolongación del XX: misma situación, otros protagonistas, y Estados Unidos siempre en medio. La paz está avalada, además, por la fuerte complentariedad económica y financiera entre ambos contendientes. Sin embargo, esto último no está asegurado. En 1913, los mayores socios comerciales recíprocos del mundo eran la Gran Bretaña y el Reich alemán. Al año siguiente, estaban en guerra.

El pivote sobre el cual gira todo el sistema geopolítico es la isla de Taiwan. A China le encantaría poder reconquistarla, para completar su proceso de unificación nacional. Pero si lo hace, destruirá la fuente de semiconductores avanzados de la cual se nutren sus fabricantes de PCs, teléfonos móviles, wearables, coches eléctricos y otros artículos de alto valor añadido. Toda la industria electrónica del gigante asiático retrocedería 15 años, al tener que usar chips de fabricación propia, una generación más antigua. ¿Es esto algo que se pueda permitir Beijing? Razonablemente, cabe suponer que un paso como este no se daría jamás, a no ser que la imprudente y errática política de prestigio planteada por la Casa Blanca obligue a ello. En tal caso, ambos contendientes perderían. Estados Unidos mucho más, al perderse el vasto mercado chino para los productos de Apple y otras empresas norteamericanas muy codiciados en los países asiáticos.

Para los próximos años, el realismo político impone un escenario de coexistencia compleja entre estos dos grandes imperios, con el mismo tipo de cooperación económica global mantenida hasta la fecha, y no exenta de conflictos en las zonas de fricción más cercanas al area de influencia continental de Beijing: Taiwan y el mar de China meridional.

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