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Escepticismo sobre el centro de emprendimiento de Torre Bizkaia

Centro de Emprendimiento

El proyecto estrella de la Diputación Foral para establecer una incubadora de startups en sus nuevas -y todavía no estrenadas- dependencias de Torre Bizkaia ha pasado por diversas vicisitudes, retrasos, dudas, renuncias, conflictos y pequeñas derrotas de todo tipo sin que a día de hoy esté claro cuál va a ser el planteamiento general del asunto. Es cierto que durante los últimos días, una sucesión de declaraciones oficiales, nada menos que del propio Diputado General, ponen una fecha de comienzo definida: primer trimestre de 2022. Más allá de esto no hay concreciones de ningún tipo. Ni sobre la entidad gestora, ni acerca de las empresas interesadas en participar -si es que hay alguna-, ni sobre la doctrina estratégica general del proyecto.

No vamos a aburrir aquí con la historia de cómo las sucesivas posibilidades se han ido estrellando contra la realidad de una absoluta falta de interés debida al aburrimiento y al poco atractivo de esa ciudad en la que se ha convertido nuestro Bilbao: mentalidad funcionarial, conservadurismo, intervencionismo público, turismofobia, bares cerrados a partir de las once y un urbanismo posmoderno de folleto, decadente e institucionalizado hasta la náusea, que aun mira al Guggenheim como si fuese el ombligo del mundo y se hace la ilusión de poder prolongar el “efecto Bilbao” a perpetuidad.

Han causado cierta expectación ciertas noticias según las cuales se habría intentado establecer contacto con la poderosa Alphabet (antes Google) para sondear su posible interés. Pero no nos molestemos en preguntar por los resultados de estas gestiones. De haber habido siquiera acuse de recibo desde Mountain View, California, Unai Rementería ya lo estaría proclamando en los medios a bombo y platillo. Podemos imaginar el titánico esfuerzo de consultoría que, de puertas adentro, se está llevando a cabo para dar forma al proyecto del centro de emprendimiento de Torre Bizkaia. Si no para propiciar su éxito, al menos para cubrir apariencias y evitar responsabilidades civiles. Si al final lo que sale de todo esto es parecido a cualquiera de las numerosas incubadoras y business centers ya existentes en el territorio de Bizkaia, podríamos darnos por satisfechos. Así es como lo ve la Diputación Foral de Bizkaia con la autosuficiencia y la falta de imaginación que caracteriza a nuestro venerable gobierno territorial.

En el entorno oficial vasco, muy poco dado a establecer contacto con la realidad, existe una enorme confusión en torno al funcionamiento de los ecosistemas emprendedores. De ahí la noción que para ponerlos en marcha y gestionarlos baste con un par de leyes forales, ayudas públicas y una buena dosis de dirigismo público. Con esto lo que se consigue no es crear un segundo Silicon Valley o una ciudad tecnológica como la que Israel tiene en Beersheva, sino escuelas de posgrado con cierto aire de guardería infantil cuyo único beneficio social consiste en apartar a los licenciados universitarios del mercado de trabajo, reduciendo las estadísticas del paro juvenil.

Para crear un ecosisitema emprendedor eficaz, que consiguiera atraer la atención de los grandes centros internacionales, desde Boston, SOSA, Berlín o París, haría falta que el poder público de Bizkaia se concentrase no en poner mámparos y mobiliario de oficina, sino en superar los grandes obstáculos que impiden el desarrollo de una economía digital en Europa. Si realmente quieren que Torre Bizkaia convenza a las grandes incubadoras internacionales, habría que empezar por convertir Bilbao en una ciudad interesante para los inversores. Hacer algo distinto: crear un entorno realmente libre, espontaneo, juvenil, abierto a la creatividad y no mediatizado por la mentalidad burocrática vasca. Covachas funcionariales hay a montones en el mundo. Lo que falta son zonas francas para el talento y la iniciativa particular.

El escollo estructural más importante, sin embargo, es la ausencia de un auténtico mercado para productos y servicios comercializados a través de la red. En Estados Unidos las startups crecen vertiginosamente y generan unicornios porque tienen a su disposición clientelas potenciales de centenares de millones de consumidores. Pero tal y como están las cosas en Europa, con sus 27 mercados locales, separados por regulaciones administrativas, barreras lingüísticas y malentendidos culturales, no se irá muy lejos por este camino. Esto es de cajón, y sin embargo, no hay nadie que esté trabajando por aportar soluciones.

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