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Sacudida en los bonos – ¿Volverá la inflación?

Wall Street

Ayer viernes 26 de febrero de 2021 los mercados financieros de todo el mundo se despertaron con una brusca caída de las cotizaciones. Fue el equivalente de un seísmo de grado 5 en la escala Richter. Mientras a lo largo de la jornada la situación volvía a la normalidad, numerosos medios de información económica se hicieron eco de la noticia y sus diversas interpretaciones. Muy probablemente la próxima semana las principales revistas de economía del mundo- como The Economist o la alemana Wirtschaftswoche– dedicarán sendos artículos de cabecera a un fenómeno que, pese a su carácter pasajero y aparentemente aleatorio, augura importantes cambios en la economía mundial. No precisamente a mejor.

¿Cuál fue el motivo de la estampida? El día anterior se habían producido fuertes caídas en la cotización de los bonos de un número de países, con el correspondiente incremento de sus rentabilidades. ¿La causa? Los inversores temen un regreso de la inflación, provocado por las colosales cifras del Plan Biden por un volumen total de 1,9 billones -europeos, es decir, con 12 ceros- de dólares. Las dudas existentes sobre la viabilidad de semejante despilfarro, sin que repercuta sobre los precios y los tipos de interés, desencadenaron una oleada de ventas en la renta fija. Estos movimientos arrastraron a los mercados de acciones, que al día siguiente abrieron masivamente a la baja.

Los bancos centrales de todo el mundo no han tardado en reaccionar, abriendo el grifo para restablecer la confianza en todas las plazas. Pese a ello, existen indicios que permiten pronosticar el final de las políticas de expansión cuantitativa llevadas a cabo desde hace años, como respuesta a la crisis del 2008. El éxito de estas políticas, que han puesto del revés todo el sistema financiero mundial -con tipos de interés cero o incluso negativos, algo que jamás se había visto en toda la historia-, dependía de un entorno macroeconómico sin inflación. Cuando los precios no suben por más que te empeñes, e incluso tienden a contraerse, los gobiernos pueden inyectar en sus economías todo el dinero que les de la gana sin temor a las consecuencias. En el momento en que esto deje de ser así, se acabó la fiesta.

¿Habrá inflación? Nadie lo sabe, pero razones para temerla no faltan. La recuperación de la economía después del colapso del Covid-19 está haciendo que la relación entre oferta y demanda típica de una coyuntura recesiva (con predominio de la primera sobre la segunda) se vea reemplazada por otra propia de los períodos de auge. De hecho los tipos de interés a largo plazo -expresados en la rentabilidad de los bonos soberanos- ya están experimentando repuntes en todas partes. Esto representa una seria advertencia. El fantasma de la inflación no está tan muerto como pensábamos. En breve podría dar nuevamente señales de vida, obligando a los bancos centrales a subir también los tipos de interés a medio y a corto. En un escenario semejante, no solo habría caídas en todos los mercados. El Plan Biden tendría que ser recortado drásticamente, con el inevitable prejuicio de credibilidad para la nueva administración norteamericana.

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