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Pablo Iglesias vs. ElRubius: incompetencia digital de un vicepresidente

Pablo Iglesias vs. ElRubius

Una de las mayores paradojas en ese fenómeno político denominado Pablo Iglesias es que el Vicepresidente del Gobierno, pese a deber su éxito a una masa de alborotadores provistos de teléfonos móviles y redes sociales, jamás ha llegado a comprender las Nuevas Tecnologías. Su mundo interior gravita en torno al fabuloso siglo XX, con su cultura de masas, su épica revolucionaria latinoamericana, sus pensadores existencialistas y marxistas y, sobre todo, el poder de la televisión para convocar multitudes y conducirlas hacia objetivos conservadores o de transformación. El interés por la televisión ha sido un elemento central en el curriculum de Pablo Iglesias. Recordemos que él mismo trabajó en el medio, y que durante años tuvo su propio programa -La Tuerka- financiado con dineros de Irán, Venezuela y, probablemente, también Rusia.

Los desvelos que Pablo Iglesias dedicó a una tecnología que ya entonces se había vuelto obsoleta no obedecía a razones caprichosas. En los tiempos en que cursaba su carrera de Ciencias Políticas, un caso de estudio interesante era el papel desempeñado por las cadenas de televisión en el desmoronamiento del bloque soviético durante el año 1989. El historiador Hagen Schulze, en su libro «Breve historia de Alemania», nos lo describe como la primera vez que un Levantamiento popular tenía lugar en la televisión y no en la calle. Las imágenes de las manifestaciones de Praga eran transmitidas a las audiencias de Dresde, Varsovia y Budapest, y en todos esos lugares la gente reproducía los mismos esquemas de movilización. «La revolución tenía lugar en las pantallas, y todo lo demás eran resultados».

Este esquema -independientemente de la condición ideológica de los regímenes derrocados- debió fascinar a un joven Iglesias que deseaba protagonizar algo parecido. Era una de esas ideas que se adquieren en un momento dado y que nos acompañan toda la vida. A comienzos del siglo XXI estaba claro que el futuro pertenecía a Internet y la Web 2.0. Pablo Iglesias habría hecho mejor poniendo en marcha una plataforma digital. Pero hay nociones a las que no podemos renunciar, porque constituyen parte de nuestra vida y sin ellas dejamos de ser no solamente lo que somos, sino también lo que aspiramos a ser.

La polémica de los Youtubers que deciden trasladar su sede a Andorra para sustraerse de la voracidad fiscal del Estado de Partidos, con un Pablo Iglesias que los persigue inútilmente azuzando a la prensa de izquierdas para que los acose con burdos intentos de chantaje moral, es la prueba más elocuente de la incompetencia digital de este político madrileño que comenzó con ganas de dirigir un asalto multitudinario a palacios de invierno y estudios televisivos, y que llega al final de su carrera como muleta del gobierno cojo y crepuscular de Pedro Sánchez.

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