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Estampida de traders

Jóvenes en la bolsa

En su edición Nr. 3 del 2021, la revista alemana Wirtschaftswoche informa sobre una tendencia que debería considerarse del mayor interés: la entrada de toda una generación de jóvenes accionistas en los mercados de renta variable. Las razones del fenómeno no sorprenden a nadie. Con su política de tipos de interés cero o negativos, el Banco Central Europeo ha matado las ilusiones ahorradoras de las clases medias. La disponibilidad de herramientas digitales y plataformas de trading on line -sobre todo a través del teléfono móvil- ha hecho de la inversión amateur algo no solamente ubicuo, sino más fácil de lo que conviene al temperamento impulsivo de millones de individuos jóvenes que se creen en posesión de un talento financiero muy superior a sus competencias reales. Los largos períodos de confinamiento del Coronavirus, con su propensión a formar visiones distorsionadas de la realidad, se encargan del resto.

Actualmente plataformas como Trade Republic, Scalable, Gratisbroker en Alemania o Robin Hood en EEUU, hacen posible la compra de acciones y otros productos de inversión en renta variable con solo un par de clics en la pantalla del móvil. El acicate son las bajas comisiones, muy inferiores a las de los intermediarios oficiales y los brokers del banco. Algunos de estos proveedores on line ofrecen incluso tarifas planas. Otros, como Trade Republic, se contentan con corretajes cuasi simbólicos de un euro por cada operación. No hace falta tener mucho dinero para especular en bolsa. Comprar y vender acciones está ahora al alcance de cualquier mileurista aburrido, sobre todo si las restricciones de movilidad y el cierre de bares hacen inviables las fórmulas de ocio habituales. ¿Por qué contentarse con ver en Netflix a Michel Douglas interpretando a un tiburón financiero, si uno mismo lo puede ser en la realidad?

Además de títulos de las principales empresas cotizadas, la gama de oferta incluye fondos de inversión, materias primas, oro y deuda. También se pueden comprar partes de acciones, lo cual facilita la entrada en valores muy apetecidos como Microsoft o Tesla. Algunas plataformas quieren extender su negocio a los derivados y otros vehículos de especulación más sofisticados (y peligrosos). Las implicaciones son evidentes. Los mercados de renta variable, a los que algunos analistas cenizos daban por muertos después de un último estertor de volatilidad como consecuencia del Covid-19, siguen siendo cadáveres que gozan de muy buena salud. La expansión cuantitativa de los bancos centrales, los intereses homeopáticos de bonos y depósitos a plazo y el carácter impulsivo de la juventud seguirán dando vida al parqué durante algunos años, en forma de un nuevo boom o, en todo caso, con un incremento de las volatilidades que hará irresistible la tentación de llevar a cabo maniobras especulativas de todo tipo, realimentando así el proceso.

También aparecerán nuevas burbujas, y de hecho lo están haciendo ya. ¿Alguien se cree que los 800.000 millones de dólares de capitalización de Tesla, con ventas de tan solo 27.000 millones en 2019, reflejan los beneficios futuros de la empresa? Solo para equilibrar las cuentas, sería preciso vender cada vehículo nuevo que sale al mercado por un precio de 1.300.000 dólares. Con una imaginación recién salida del instituto y dopada por trend topics y memes de las redes sociales, no hace falta decir hacia dónde se dirigen las preferencias de inversión de este ejército de traders adolescentes armados de teléfonos móviles: farmacéuticas (Biontech), tecnológicas, servicios de reparto de comida, video por streaming, etc. La economía tradicional y los blue chips aburren, porque no se habla de ellas en Twitter. Y de este modo aparecen nuevos canales de escorrentía para el capital, que nos llevarán a lugares poco comunes y dinámicas aberrantes del sistema. Pero esto no es nuevo en los mercados.

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