¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

En el nombre del hijo

Iñigo Errejón, José Antonio Errejón

Iñigo Errejón y su padre son noticia por la propuesta de nombramiento de este último, a instancias de su hijo, como vocal de un organismo asesor relacionado con el reparto de las ayudas europeas destinadas a la gestión del Covid-19. En principio, se trata de un cargo sin sueldo ni dietas, según afirma el propio Errejón, dolido por las acusaciones de favoritismo en prensa y redes sociales. José Antonio Errejón Villacieros es un funcionario jubilado que ha desempeñado cargos de libre designación como Técnico Superior de la Administración bajo diversos gobiernos de la Democracia sin distinción de siglas, desde el caos fundacional de la UCD y el muy progresista PSOE de Felipe hasta el PP durante lo más casposo de la era de Aznar. O sea, un auténtico tracción a las cuatro ruedas. Una vida feliz a lo largo del devenir de los años de vino y rosas del Régimen del 79. Y ahora, un futuro comprometido con el riego de dineros públicos para paliar la crisis del Coronavirus y, de paso, echar una mano en la carrera política de su hijo.

Con su indignada réplica en defensa del padre, Iñigo Errejón pretende dar respuesta a lo que considera una campaña de difamación montada sobre un malentendido. Por desgracia para él, las cosas no son tan simples. Que un pariente no cobre por desempeñar un cargo no implica que el conflicto de intereses quede excluido. Más bien lo contrario. A nada que nos tomemos algo de tiempo para pensar en las implicaciones, nos daremos cuenta de que el asunto va mucho más allá de una mera devoción filiopaternal para adentrarse en los típicos lodazales de nepotismo e ingeniería curricular que tan bien conoce la clase política española.

Hay que reconocer a Iñigo Errejón el mérito de ser uno de los pocos parlamentarios jóvenes que se toma el trabajo de planificar su carrera. Eso prueba que se trata de una persona inteligente. Se ha dado cuenta de que en una España dominada por la precariedad laboral y el mileurismo, la profesión política, con sus privilegios y sus desproporcionados sueldos, es, independientemente del partido que uno escoja, una opción muy digna de tener en cuenta. Y a ello es a lo que está Errejón. No basta con impresionar a su fans en Twitter con selfies de lo mucho que “estudia” en vacaciones -probablemente esas obras completas de Lenin que su progenitor se enorgullece de tener en casa-. También se necesita una buena red de contactos, gestionada por personas de confianza.

De ahí, probablemente, la ridícula idea de meter a un padre ya jubilado en un organismo dedicado a asesorar sobre el reparto de fondos milmillonarios en una zona tan influyente como Madrid. La cantidad de gente de cierto nivel que pasa por uno de esos relés de influencias es impresionante: empresarios, políticos, diplomáticos, líderes religiosos, etc. Teniendo en cuenta las cantidades de dinero que se mueven y los intereses en juego, la lógica de la maniobra está planteada con mucha astucia. Sin embargo, la pretensión de que tu propio padre pase desapercibido es de una ingenuidad tan colosal que darían ganas de reir si el tema no fuese tan serio. Si esto llega a suceder en Alemania, el responsable no solo estaría ya fuera de la política, sino en el interior de un calabozo.

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