¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Clavadas en bares de pintxos de San Sebastián: un caso de pricing fraudulento

Donostia - San sebastián

La historia empezó hace años, cuando algunos usuarios de Facebook empezaron a sacar con sus móviles y publicar imágenes de unos tickets de los que al principio no se podía decir si eran auténticos o burdas manipulaciones en Photoshop. Al final resulta que no exageraban. Todo el mundo pudo conocer la triste verdad: que un hostelero o un barman vasco de pura estirpe podía ser tan miserable y taimado como el propietario del último chiringuito a pie de playa en los tórridos y masificados hormigueros turísticos del Levante Español. En la parte vieja de Donosti, meca del pintxo donostiarra, del buen comer y del buen beber, de la cocina de autor y de unas sociedades gastronómicas que por su tradición y hermetismo más parecen logias masónicas que un moderno club de gourmets, algunos bares te cobran distinto en función de si eres del país o vienes de afuera.

El palo es como era de esperar para un anónimo turista alemán o norteamericano al que se le suponen un mayor nivel adquisitivo, poca familiaridad con los precios locales y el coeficiente intelectual de un periquito. El resultado de esta discriminación económica se refleja en esos tickets que podemos ver a docenas nada más pedirlos en el buscador de imágenes de Google: infames en su desglose de conceptos, más bien cutres, como sacados de un viejo TPV fuera de servicio y mostrando de vez en cuando marrulleras advertencias de descargo de responsabilidad como: «No sirve como factura», etc.

Sin embargo, todo esfuerzo por cubrirse las espaldas frente a la ley es en balde, pues tales prácticas suponen un delito. No contra el orden económico, ya que el «pricing» o política de fijar precios diferentes en función de diversos factores -grupos de clientes objetivos, época del año, antelación de las reservas, etc.- es perfectamente legal (de lo contrario ya habrían quebrado todas las compañías aéreas y cadenas hoteleras). Pero sí contra las normativas municipales y tributarias, ya que para implementar de manera eficaz esas trampas para turistas incautos es preciso saltarse unos cuantos reglamentos de obligado cumplimiento: tablas de precios, prohibición de publicidad fraudulenta y manipular terminales, etc.

Por desgracia, el problema de las clavadas al turista no queda en un simple capítulo de la picaresca hotelera. Es grave porque el lucro que se consigue constituye un motivo de peso para incurrir en este tipo de prácticas. Para comprobar el impacto de los sobreprecios, yo mismo elaboré un modelo financiero en Excel, con supuestos conservadores y adaptado a las condiciones típicas de la parte vieja de Donosti, asumiendo que al menos una cuarta parte de la clientela está formada por turistas y visitantes extranjeros. Aplicando a estos un modesto incremento del 10 al 15% sobre el precio que se cobra a la clientela autóctona, se consigue incrementar al doble tanto la rentabilidad operativa del negocio como la del capital invertido. Imagínense si algunos propietarios poco escrupulosos, pero hábiles en el manejo de la calculadora, no estarán motivados para tangar al turista.

El cobro de precios abusivos en bares y restaurantes no solo es una estafa. Además perjudica gravemente a la imagen de los destinos turísticos, y con ello al comercio y a la hostelería locales. En Donostia la administración municipal debe intervenir contra estos malos usos del tráfico mercantil, no solo mediante campañas de información y alertando a la ciudadanía. También deben aplicarse medidas ejemplarizantes. Si vulnerar las normativas municipales en materia de listas de precios puede suponer una multa de hasta 25.000 euros, va siendo hora de elegir a un pirata que, pagando por todos, haga entender al resto de esa Isla Tortuga emplazada en mitad del Casco Viejo Donostiarra que el beneficio que se obtiene a base de sumar pequeñas mordidas a las carteras de unos cuantos guiris de tebeo puede verse reducido otra vez al punto de partida con un buen garrotazo del Ayuntamiento.

No hace falta decir que en otras ciudades que despliegan su incipiente potencial turístico, como Bilbao, y en las que por fortuna las prácticas de los precios abusivos y los tickets B aun no están extendidas, estar sobre aviso es la mejor política para evitar males mayores y más de un bochorno. Sirva esto de advertencia para el sector hostelero, la autoridad municipal y, cómo no, los propios consumidores, independientemente de su nacionalidad o lo abultado de su cartera.

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