¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

La hostelería no necesita subsidios sino condiciones de funcionamiento estables

Café Lago Bilbao

La actualización de la normativa sobre los ERTEs es uno de los ámbitos en los que más clamorosamente se percibe la falta de un lobby que defienda los intereses de la hostelería. En medio de la manigua de supuestos, categorías y excepciones que forma toda esa faramalla legal publicada en el BOE de marzo a hoy, todas las empresas de España encuentran su acomodo, desde aeropuertos hasta grandes almacenes pasando por el comercio minorista, talleres de automoción, gasolineras, hoteles y aeropuertos. Solo hay un sector del cual el regulador parece haberse olvidado: la hostelería. Ni siquiera figura en la relación de códigos CNAE de los textos oficiales. Y de este modo, propietarios de bares y cafeterías, junto con los abogados de sus asociaciones locales respectivas, se ven abocados a improbos esfuerzos interpretativos de la ley en busca de precarias combinaciones de fórmulas que alivien las cargas empresariales y financieras impuestas por los estados de alarma y la incompetente gestión pública de esta interminable crisis del Covid-19. Para hacerse una idea de lo confuso que es el panorama, he aquí una breve guía elaborada por la periodista gastronómica Marta Fernández Guadaño para la revista digital Gastroeconomy, con la ayuda de KPMG Abogados.

A partir de mañana 12 de diciembre los establecimientos hosteleros volverán a abrir en Euskadi con las restricciones impuestas por la normativa. Las parroquias respectivas se congratulan con el entusiasmo típico de un niño al que le han devuelto la Navidad. Sin embargo, pocos son conscientes -aparte de los propios hosteleros, por supuesto- de lo difícil que sigue siendo la situación. Los verdaderos problemas vendrán en 2021, cuando se hagan las cuentas anuales y se tenga que lidiar con la tremenda resaca burocrática de los procedimientos actuales. Tal y como están las cosas, para que un empresario de hostelería se pueda decidir por alguna de las soluciones que se le ofrecen, antes deberá plantearse si su negocio tiene perspectivas de futuro y si le conviene seguir en la brecha.

Tras el fiasco de las tan cacareadas «ayudas», que por su exigüidad y sus complicaciones burocráticas equivalen a poner una cantimplora en lo alto de un mástil para que compitan por ella todos los beduinos sedientos de la caravana, está claro que la hostelería no puede sostenerse a base de subsidios ni de la caridad pública. Esta idea resulta incluso ofensiva para los empresarios del sector. Lo que se necesita son condiciones adecuadas de funcionamiento. En otras palabras, el regreso a la normalidad. Pero una normalidad operativa y real, no la del discurso político cuajada de estupideces políticamente correctas y tópicos de consultoría.

Teniendo en cuenta la importancia que el sector de la hostelería tiene en el conjunto de la economía española, resulta incomprensible que aun no exista ni siquiera una fórmula sencilla para que los empresarios puedan acogerse, al igual que otros ramos contemplados por la normativa, a una prórroga del ERTE de Fuerza Mayor con exención de cotizaciones sociales. Parece como si el Presidente del Gobierno y el Lehendakari se avergonzaran de que seamos una nación de bares y cafeterías. Pero eso sí, a la hora del café de las 11 y los jueves por la tarde, no hace mucho barras y terrazas se llenaban de trajes y corbatas. Esperemos que muy pronto lo vuelvan a hacer.

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