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Por qué la gestión del Coronavirus está siendo un desastre

Coronavirus y clase política

Obviamente porque alguien no hace las cosas bien. No hay más que examinar algunos casos de éxito y hacer un análisis comparativo. Países como Alermania y Suecia, con su enfoque selectivo, su pragmatismo nórdico y su capacidad organizadora, han capeado la crisis del #coronavirus con un menor impacto económico y social -al no haber un parón masivo de la actividad productiva- y con menos víctimas mortales. En España, por el contrario, la gestión de la pandemia ha tenido un carácter esencialmente político. El bien que se quiere salvar no es la salud ni la riqueza del pueblo, sino el prestigio de las élites. En lugar de medidas prácticas, se recurrió a decretos de orden, uso de los resortes coercitivos del Estado -un policía en cada esquina- y la manipulación masiva de medios y redes sociales (disfrazada hipócritamente de lucha contra la desinformación y los bulos).

Con este burdo esquema de prioridades, como era de esperar, lo que se ha conseguido es hundir las tres cosas: la reputación de la casta, el sistema sanitario y los medios de subsistencia del pueblo. Hasta tal punto que en las condiciones actuales, ni siquiera el fin de la pandemia augura un avance libre de traumas hacia eso que llaman “Nueva Normalidad”. Estamos en plena fase de Desescalada, pero para mucha gente es el Hundimiento.

Gran parte de culpa de que no se hiciera lo que se debía la tiene la mentalidad de las propias clases políticas y el núcleo duro de sus respectivos votantes. Tanto unas como otros son el resultado de la masificación de la enseñanza y de unas políticas educativas fracasadas. Las reformas socialistas de los años 80 crearon una nación de analfabetos funcionales al servicio del Estado de Partidos, dirigida por cuadros cuya ambición no es mayor que la de la de la horda de estúpidos que les vota.

Los políticos españoles proyectan un fiel reflejo de nuestra sociedad. Desacostumbrados a la idea de hacer cosas y sacarse las castañas del fuego, en una situación de crisis la primera idea que les viene a la cabeza no es qué puede hacerse para remediarla, sino de dónde van a sacar el dinero -del BCE, por supuesto- que permita pagar a otros para que vengan y arreglen el desastre. Y por eso no se hace nada. Es más, tampoco se encuentra a nadie que lo haga. Ni siquiera hay dinero para pagar la factura.

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