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Por qué Trump apoya a Maduro y no a Guaidó

Guaidó y Maduro

Puede parecer contradictorio, pero tiene su razón de estado, basada en intereses geoestratégicos y económicos de Estados Unidos así como en la imperiosa necesidad de crear un clima de negocios, pujanza bursátil y bajos precios del petróleo que favorezca la reelección de Donald Trump a finales de este año. De acuerdo con la ley, y aunque se trate de una constitución bolivariana -otra cosa no hay-, Juan Guaidó es el Presidente legítimo de Venezuela. Su mandato debía haber comenzado el mismo día en que, de acuerdo con lo estipulado en dicha Carta Magna, terminó el de Nicolás Maduro, a comienzos de 2019. Como todo el mundo sabe, las cosas salieron de modo distinto. Culpa de ello la tienen no las ideologías, sino los condicionantes de la realidad y el cinisno político. Aquí quienes mandan no son Pedro Sánchez ni Podemos, sino Washington y Wall Street.

La relativa normalización de Venezuela durante los últimos meses, que incluye un retorno encubierto a la economía de mercado al haberse tolerado la libre circulación dólares procedentes de remesas de emigrantes, la ayuda internacional y otras fuentes, es la prueba irrefutable de que Washington considera a Maduro su hombre fuerte en Caracas. ¿Alguien en su sano juicio puede pensar que si Trump apoyara realmente a Guaidó, este no sería ahora Presidente de Venezuela?

La explicación de la paradoja -que solo es tal para quienes interpretan la política en términos de clichés ideológicos y de narrativa mediática- es harto simple. El petróleo venezolano tiene su principal mercado en Estados Unidos. Solo en el Golfo de México existen refinerías especialmente equipadas con líneas de cracking catalítico para refinar los crudos de Venezuela, que tienen un alto contenido en azufre. A Donald Trump le interesa que el petróleo llegue a estas refinerías, creando en ellas y en su entorno geográfico un alto nivel de empleo. El único que puede ayudarle a ello es alguien que controle PSVA (la empresa nacional de petróleos de Venezuela). Y ese no es el demócrata Guaidó sino el actual presidente de facto y dictador bilivariano Nicolás Maduro.

Que la razón de estado y los intereses económicos se impongan sobre las preferencias ideológicas no es nada raro. La situación es comparable al apoyo del gobierno español al poresidente de Mexico Ernesto Zedillo durante la primera legislatura de Aznar (1996-2000). Pese a que Vicente Fox era el paladín de la modernización constitucional en el país azteca, el candidato de Aznar no era él, sino el propio Zedillo o su sucesor por el PRI, Francisco Labastida. Las necesidades de estabilidad comercial y diplomática entre ambos países hacía necesario apostar por la continuidad del PRI en el poder. En aquel caso, sin embargo, fue Fox quien ganó las elecciones.

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