¿Cuál es la Historia?

Narrativas de lo que acontece bajo la línea de flotación

Arquitectura mediática y declive económico en Bilbao

Demografía en Bilbao

Bilbao está de punta en blanco, con un modelo de desarrollo basado en la cultura y la arquitectura de alto postín que parece confirmar el éxito de las estrategias de gestión desarrolladas por nuestras instituciones locales a lo largo de las últimas décadas. ¿Así de simple? Por supuesto, si nuestra única fuente es la publicidad institucional, llegaremos siempre a esa conclusión. Sin embargo, echen un vistazo a las cifras y se darán cuenta de que la caída de la cual teníamos intención de salir no solo ha tenido lugar en el PIB industrial, sino en todos los rubros: en la demografía, en la renta per cápita, en el poder adquisitivo, en la participación en el PIB estatal… En fin, que la evidencia del declive económico bilbaino es tan masiva que para no verla hace falta un esfuerzo de fe realmente encomiable. No quiero que me consideren un cenizo y por eso me permito la libertad de matizar mis apreciaciones. En los años 80 del siglo pasado, es cierto que la situación llegó a ser tan desesperada que la mera falta de alternativas justificaba por sí sola una aventura de riesgo como el Guggenheim. Y salió bien, más por casualidad que otra cosa. Pero de ahí a esta parte, el gran defecto de la política de desarrollo de eso que llaman “Nuevo Bilbao” ha consistido en pensar que la misma fórmula se puede repetir una y otra vez.

Ya hemos visto que no es así. Con el metro lo volvimos a clavar. Luego quisimos intentarlo con el tranvía y la cosa descarriló. Del costosísimo y sobredimensionado recinto ferial del BEC, mejor no hablar. Una cosa era levantar un edificio emblemático en una época en la que no había en todo el mundo ningún otro con las mismas características. Otra muy distinta seguir construyendo con esas ínfulas de llamar la atención cuando la mayor parte de los países y las regiones se han aprendido el truco, y ahora hay museos Guggenheim en las desiertas planicies de Oklahoma e incluso en los pueblos bodegueros de la Rioja Alavesa. No hay turista para tanta carcasa de titanio.

Va siendo hora de que en Bilbao se ponga en marcha una nueva estrategia económica basada en convertir a la ciudad en un polo de atracción para inversiones. Esto no se consigue con gasto público ni poniendo boinas acristaladas a los museos, sino mejorando las perspectivas de rentabilidad. Y si ustedes piensan que el desarrollo de un modelo turístico para clientes de alto poder adquisitivo puede ser la solución, mejor se van quitando la idea de la cabeza. Las cuentas no saldrán, porque por mucho que uno de estos turistas jabuguis consuma, jamás hará tanto gasto en comida, alojamiento y servicios como 100 o 200 domingueros de clase media baja. Incluso en fantasías como esta del modelo turístico basado en la “cultura” y en las tarjetas de crédito oro se puede apreciar, a nada que le demos un par de vueltas, una buena dosis de fantasía, cuando no de cinismo, por parte de la tecnocracia municipal.

El hecho de que la implantación de soluciones eficaces a los problemas de esta Noble Villa se demore tanto en el tiempo, hace pensar que a nuestra clase política no le interesa demasiado que Bilbao vuelva a ser un centro comercial tan pujante y un polo económico de tanta importancia como lo fue en otros tiempos. Quizás a lo que realmente se aspira es a que Bilbao termine siendo una ciudad más pequeña, nada pretenciosa, fácil de gestionar y perfectamente amueblada para las necesidades de la élite de funcionarios y empleados de empresas públicas que dirige la economía vasca. Algo más en línea con las otros núcleos urbanos vascos como Vitoria, Donosti, Durango, etc., Bien atendida por su pequeño ejército de vigilantes jurados y camareros sudamericanos, y con un peso lo suficientemente liviano para armonisar con el resto del territorio y resolver las contradicciones que, a lo largo de los siglos, se han dado entre la gran urbe a orillas del Nervión y el entorno rural de Bizkaia.

Tal vez es aquí donde debemos buscar la causa del problema. Si no, explíquenme por qué a día de hoy, en julio de 2019, aun seguimos llevando un retraso de casi tres décadas para la llegada del TAV. ¿Creen que este punto de vista es exagerado? Les propongo que echen un vistazo a la estadística demográfica. De los 430.000 habitantes que el Gran Bilbao tenía en 1980, hemos pasado a los 347.000 del año 2019. Las perspectivas para el 2030 son de llegar a los 325.000 vecinos.

¿Conocen alguna otra ciudad en la que el descenso demográfico haya sido tan acusado? En Madrid, Barcelona y otras poblaciones representativas hubo ciertamente un bache a resultas de la Crisis del Petróleo. Pero después la situación mejoró, o como mínimo se ha mantenido estable. Lo más sorprendente es que, en lo que respecta a la muy Noble, leal e Invicta Villa de Bilbao, nuestras élites políticas parecen estar de lo más satisfechas con esta perspectiva de downsizing bochero. Los propietarios de los restaurantes y las cafeterías, no tanto.

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